EZEQUIEL

El profeta Ezequiel | El vocabulario de Ezequiel | Capítulo primero del Libro de Ezequiel | Notas

EL PROFETA EZEQUIEL


PRESENTACIÓN DE EZEQUIEL

Como primer complemento a las tesis que aquí se han expuesto, y cumpliendo la promesa realizada al tratar sobre el tema de la Gloria de Yavé, he creído conveniente aportar unas breves reflexiones sobre el Libro de Ezequiel. Unas precisas meditaciones que, con interpretaciones lógicas, nos ayudarán a comprender los textos del primer capítulo del Libro de Ezequiel.

Sin embargo, antes de adentrarnos en las conclusiones y comentarios de ese profético libro, quiero dejar constancia de una puntual aclaración que, como algunas de las contenidas en el presente trabajo y referidas al estamento sacerdotal es muy subjetiva, y como tal, discutible:

La muy oscura claridad y la muy difusa precisión que muestran los textos bíblicos en la definición de algunos conceptos, ha influido enormemente en la difusión de unos errores que han conseguido asentarse en nuestro sensible subconsciente. Intentaré explicarme con un ejemplo concreto:

En esos textos sagrados se habla con mucha frecuencia de los profetas, pero son pocas las personas que podrían definir correctamente la actividad de aquellos personajes. Veamos si somos capaces de aportar alguna aclaración:

Un profeta era, poco más o menos, un individuo capaz de hacer creer a sus paisanos que estaba inspirado por un dios, y que esa divina entidad se servía de él para transmitir sus piadosos mensajes. O sea, eran iluminados líderes políticos y religiosos, que tenían la habilidad suficiente para seducir a personas que, a su vez, ansiaban fervientemente ser seducidas.

Nota. He dicho paisanos, pero en realidad, a sus paisanos, a aquellos que le conocían de toda la vida, no les convencía de nada. De ahí nace el dicho: Nadie es profeta en su tierra.
−Pero, éste que ha vuelto al pueblo, ¿no era el hijo del tío Bartolo?
−El mismo. Bueno, ahora afirma que su padre no se llamaba Bartolo, sino Bar-Tolomeo.
−O sea, que sigue igual de bobo y pretencioso que entonces.
−Así es; sólo que ahora es profeta; de esos que hacen predicciones y promesas.
−No; si prometer, ya prometía.

Borremos de nuestro subconsciente la imagen que nos han prefabricado del profeta, como un individuo devoto y virtuoso. Eran sujetos con ansias mesiánicas de poder y, con frecuencia, con la mente bastante distorsionada. Por supuesto, algunos aportaron solución a determinados problemas muy puntuales; pero, en realidad, éstos últimos no eran profetas; sólo eran hombres prudentes que se “disfrazaron” de profetas.

Salgamos ahora de la difuminada generalidad de los embaucadores, charlatanes y videntes, y conozcamos a uno de los profetas más ilustres; en concreto, a Ezequiel ben Buzi.

En mi opinión, el iluminado profeta Ezequiel no gozó de ninguna visión milagrosa; y si acaso hubiese disfrutado de alguna prodigiosa percepción, no sería otra cosa sino el síndrome evidente de una inquietante patología.

No obstante, a esta declaración deseo añadir que no todo lo que nos relata Ezequiel es el resultado una morbosa alucinación. El simple hecho de que posiblemente no fuesen presenciadas personalmente por él, no significa ni debe entenderse, que las descripciones de aquello que él denomina como la semejanza de la Gloria de Yavé, no contengan una cierta autenticidad.

La razonada explicación de esta aparente paradoja, la encontremos si consideramos la posibilidad de que aquel iluminado profeta tuviese a su disposición alguna copia del verdadero Libro de Moisés.

Verán ustedes:

Es muy probable que Ezequiel, como levita de la familia sacerdotal, tuviera fácil acceso a un duplicado de aquel extraordinario documento que, sin alteraciones ni subjetivas interpretaciones, había sido celosamente guardado por Salomón en el mismo momento de la consagración del famoso templo. Un texto que permaneció oculto durante más de tres siglos, hasta que durante el reinado de Josías, en 633 antes de la Era Común, –aproximadamente quince años antes del nacimiento de Ezequiel–, fuese hallado mientras se estaban realizando unas obras en el mencionado templo de Jerusalén (II Rey. 22-24 y II Par. 35). Con ese formidable documento en su poder, el conjunto del cuerpo sacerdotal en el exilio −o sólo Ezequiel, por su cuenta y riesgo−, posiblemente optase por hacer uso de la aparición de la Gloria en el Sinaí descrita por Moisés. Esta iniciativa fue concebida con el loable propósito de elevar la moral a unas gentes que se encontraban cautivas de los caldeos. En esas duras circunstancias, se decidió que lo más adecuado era dejar patente que Yavé no había olvidado a su pueblo y que regresaba en su ayuda. No obstante, creo que también se debe resaltar, que siendo muy probable que esa finalidad alentadora motivara la conducta y actuación de aquel hombre, deberemos reconocer que el profeta no afirma en ningún momento que aquello fuese la Gloria de Yavé, sino que en el último versículo del primer capítulo, y según diferentes traducciones, dice muy claramente:

Ésta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová.

Ésta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yavé.

Esta visión era como la imagen de la gloria de Yavé.

Y, el más crédulo lector debería admitir, que existe una significativa diferencia, entre un objeto y… una semejanza, una apariencia o una imagen de ese mismo objeto.

Para verificar mi iluminada teoría, en la que afirmo que Ezequiel obtuvo sus descripciones de los textos del segundo libro del Pentateuco, bastaría cotejar el capítulo primero del Libro de Ezequiel con algunos versículos de los capítulos 14, 16, 19, 20, 24, 33, 34 y 40 del libro del Éxodo, donde, con mayor o menor detalle, se describe la Gloria de Yavé.

Para mayor abundancia en sus pretendidas semejanzas, nos encontramos con una pequeña coincidencia: En el mismo capítulo tercero de cada uno de los dos bíblicos textos (Éxodo y Ezequiel), Yavé nombra profeta a su interlocutor (Moisés y Ezequiel). De lo que se deduce, y reincidiendo en un posible desequilibrio mental, que Ezequiel padecía o gozaba de un complejo de superioridad o afán de notoriedad, que le permitía colocarse a la altura del mismísimo Moisés. Después, en otra curiosa coincidencia entre los dos Libros, Yavé afirma que viene para ayudar al pueblo oprimido. Y, de todos es sabido, que Yavé ayudó a Moisés en el mar Rojo; sin embargo, los hebreos todavía están esperando la ayuda que Yavé le iba a proporcionar en Babilonia.

Así pues, y concretando, es mi especulación que Ezequiel no vio la Gloria de Yavé, sino que interpretó a su manera, aquello que había sido contemplado y descrito por Moisés unos siete siglos antes.

Y aquí el lector podría preguntar:

− ¡Vale tío!, ¿pero cuál es tu fundamento para admitir que Moisés contempló la Gloria de Yavé y Ezequiel no?

La respuesta es demasiado extensa como para ser siquiera esbozada en este estudio, pero, sí que podremos detenernos unos segundos para señalar una sola razón que, en mi opinión, resulta determinante:

La experiencia vivida por Moisés, acompañado por Arón y Josué, fue también compartida por miles de personas más. Sin embargo, la visión relatada por Ezequiel, fue personal, sin testigos y sin espectadores. Y, si por principio, debemos desconfiar de los milagrosos milagros, con mayor razón debemos hacerlo de los prodigiosos prodigios de índole privada; sobre todo, si la intención evidente y declarada del “aparecido”, es la de transmitir un mensaje para todo un pueblo. Un piadoso sacerdote lo plasmaría así:

La divinidad se apareció al iluminado profeta y le habló con estas palabras:

—“Esto, te lo digo a ti solo y a escondidas; luego tú, vas y lo cuentas”.

— ¡Lo que tú digas, jefe!; pero, permíteme: ¿no sería más efectivo que te aparecieses tú mismo ante todo en pueblo y les dieras el parte?

“¿Pero, ¿tú me escuchas? ¿Pretendes saber más que la divinidad? ¿Para qué crees que están los milagros, las pruebas de fe y los ocultos designios?”

De todas formas, y sin desestimar en absoluto la hipótesis que acabo de formular sobre el “imaginativo”, me gustaría resaltar una llamativa incidencia-circunstancia que puede facilitar alguna adecuada interpretación de los sucesos relacionados con el relato de este iluminado y santo varón:

Conviene hacer notar, que siendo contemporáneos durante unos cuarenta años y compartiendo la iluminada profesión de profetas, Ezequiel no menciona a Jeremías ni a Baruc, y estos, por su parte, tampoco hacen la mínima referencia a Ezequiel. Y esto, a pesar de que Baruc hace su profecía en Babilonia en los mismos años que la hace Ezequiel. Esta circunstancia es, como mínimo, digna de ser resaltada.

Así pues, y en relación directa con la personalidad de aquel “vidente”, deberíamos admitir alguna de estas tres posibilidades:

1ª. Que fuese una persona cuyo equilibrio mental estuviera en severo peligro de extinción.

2ª. Que su capacidad para expresarse y comunicarse mantuviese dura competición con su precaria cordura.

3ª. Que siendo un hombre sensato, elocuente y sólo algo pretensioso, gozase de un inmenso talento para liar las descripciones.

— Y, ¿en qué se fundamentan estas afirmaciones?

— Pues, verán ustedes:

Un individuo, que proclama que se ha comido un libro (3,1-3); que afirma haber permanecido ciento noventa o trescientos noventa días (190 o 390, no se sabe muy bien) en la cama acostado sobre el lado izquierdo, y que, después, para desentumecerse, cambia de postura y se tumba otros cuarenta días sobre el lado derecho (4,4-6); un personaje, que nos relata que ha rapado su cabeza y su barba, que ha contado los pelos y que los ha pesado (5, 1-4); un sujeto, que también nos cuenta, que comía pan cocido en el rescoldo de excrementos humanos (4,12); y que, como un Hamlet judío, se pasea entre resecos huesos humanos, a los que dirige una parrafada de alivio (37, 1-11); ese individuo, repito, nos está suplicando que le pidamos cita con el psiquiatra.

Pero, si no fuese así, si resultase que ninguna de las dos primeras propuestas que ofrezco resultase correcta, y lo cierto fuese, que Ezequiel gozaba de una salud mental excelente que le facultaba para exponer sus ideas de una manera brillante y fácilmente inteligible, nos veríamos obligados a quedar a la espera de que algún sacerdote levita explicara, con esa meridiana claridad que les caracteriza, que es lo que nos está relatando el primer capítulo del Libro de Ezequiel.

De cualquier manera, y desconfiando mucho de las aclaraciones sacerdotales, creo que estamos obligados a seguir las investigaciones cada uno por nuestros propios medios. Y para lograrlo, deberíamos tener sumo cuidado en no perder de vista, que las descripciones que nos han llegado del reseñado texto, además de oscuras y confusas, son contradictorias.

Por poner algunos ejemplos:

1.- En una de las traducciones que estoy manejando, el texto se inicia con estas palabras: “Por espacio de unos treinta años fue dirigida la palabra de Yavé a Ezequiel...”; sin embargo, otro texto consta: “Aconteció en el año treinta, el mes cuarto, el día cinco del mes...” Supongo que nadie, por muy sacerdote que sea, puede afirmar que esas dos frases tienen el mismo o parecido significado.

2.- En los primeros capítulos habla de seres vivientes; después se refiere a ellos como querubines.

Y, retóricamente, debemos preguntarnos:

Si son seres-querubines –y como tales, ya estaban suficientemente identificados desde Gén.3, 24 (los de “la llama de la espada flameante”), y también por el asunto del Propiciatorio de Arca de la Alianza–, ¿por qué los denomina seres vivientes?

Y, puesto que era una pregunta retórica, apunto una sobria respuesta:

Sencillamente, porque no eran ni seres vivientes ni querubines. Ruego al lector un poco de paciencia.

3.- En el capítulo 1, versículo 8, dice literalmente: “Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre.” Luego, en 10,21, esas manos de hombre se convierten en, literalmente: “figuras de manos de hombre...” Y, deberíamos preguntarnos, ¿son manos de hombre o tienen figura de manos de hombre?

La respuesta tampoco es excesivamente difícil:

Ninguna de las dos descripciones o traducciones es correcta. Y no lo es, porque no eran manos de hombre, y ni siquiera tenían figura de manos de hombre; simplemente, por su utilidad, por la función que realizaban, se asemejaban a las manos del hombre.

A estas contradicciones propias de Ezequiel, debemos añadir el inmenso cúmulo de variaciones sobre un mismo tema, que, con el consentimiento de los piadosos sacerdotes, fueron introducidas por ellos mismos:

Por ejemplo:

La expansión se transforma en un portentoso cristal o en un firmamento.

Las llantas de las ruedas son denominadas aros.

El versículo quinto presenta las más vistosas y variadas descripciones en cada uno de los textos consultados.

Cuando se refiere a las alas de los seres vivientes, a los cuales con posterioridad identifica como querubines, varía el número: En 1, 6 y en 10, 21 dice CUATRO alas; sin embargo, en Apocalipsis 4, 8 ––que en este tema en concreto es un calco casi exacto de Ezequiel––, hablan de SEIS alas.

Y así podría seguir en un generosísimo etcétera, en el que cualquier lector llegaría hasta un extenuante deleite.

Todas estas matizaciones referidas a la personalidad de Ezequiel, nos pueden conducir a una cuarta posibilidad que añadir a las tres antes reseñadas:

Que el profeta cautivo era un hombre equilibrado, gran comunicador y que exponía sus imaginarias ideas con total transparencia, pero que los textos de su libro fuesen manipulados y alterados, una y otra vez y de una manera abusiva, por los incorruptibles y celosos guardianes de la integridad de las Sagradas Escrituras.

Y, si estas reflexiones sobre la personalidad de Ezequiel constituyen la primera consideración a tener en cuenta, la segunda recomendación es no perder de vista que:

Todas las características de aquella semejanza de la Gloria que captaron la mayor atención del profeta, quedaron resaltadas mediante, al menos, una triple reiteración:

Los versículos 9, 12 y 17 del capítulo 1º y el versículo 11 del capítulo 10º, −o sea, en cuatro versos diferentes− repiten, insistentemente, que aquel objeto que tenía una semejanza, apariencia o aspecto con la Gloria de Yavé, se desplazaba en todas direcciones sin girarse.

Los versículos 19, 20 y 21 repiten, también insistentemente, que la potencia y el espíritu que daban vida −movían, paraban, subían, bajaban− a todo aquel conjunto de ruedas, llantas y portentoso cristal, estaba en los seres vivientes-movientes.

Los versículos 4, 7 y 27 resaltan el brillo metálico.

Los versículos 4, 13 y 27 insisten en la presencia del fuego.

Si recapitulamos, nos encontramos que Ezequiel describe con triple insistencia:

Que, con un viento huracanado y en el centro de una gran nube que desprendía resplandores, unas ruedas concéntricas de brillo metálico, dotadas de llantas con ojos, coronadas por una portentosa y transparente cúpula, se desplazaban en todas direcciones sin girarse, e impulsadas por la potencia y el espíritu de unos seres vivientes-movientes que desprendían fuego.

¿Vamos captando algo, o seguimos pensamos que son mofletudos y regordetes angelotes-querubines?


EL VOCABULARIO DE EZEQUIEL


Nota. Advierto al lector que por muchos textos, más o menos encriptados, que pueda encontrar a lo largo de su vida, pocos le proporcionarán la seductora confusión que ofrece Ezequiel. Por esta razón, y para su deleite, le sugiero que antes de seguir adelante con la lectura de este trabajo, lea en las Escrituras el capítulo primero del Libro de Ezequiel.

Con el propósito de lograr una mayor y mejor identificación de la terminología que maneja Ezequiel en su primer capítulo, vamos efectuar una reseña de los versículos que después serán estudiados y comentados. Mediante este sencillo procedimiento, intentaremos identificar a qué se está refiriendo aquel profeta cuando utiliza unas palabras y expresiones de muy imprecisa significación, y habla de: semejanza, seres vivientes, que no se volvían, ruedas, alas, manos, brazos, pies, plantas de pies, bronce, electro, espíritu, expansión o portentoso cristal, llantas o aros con ojos y una nube.

Sería muy conveniente, es más, creo que resulta absolutamente necesario, que tengamos muy en cuenta que aquella gente, en aquellos tiempos, “gozaban” de un léxico limitadísimo. Gran número de personas se manejaban con menos de mil palabras; incluso algunos, tal vez los más prácticos, se apañaban con solo tres: pan, vino y sexo. Como es lógico, dentro de ese restringido lenguaje, apenas existían unos pocos vocablos que aludiesen a conceptos técnicos y, por supuesto, bastantes menos que identificasen máquinas voladoras. Esta agobiante carencia de vocablos les obligaba a describir un objeto que les resultaba totalmente desconocido usando de comparaciones o metáforas. Aunque no resulte indispensable la lectura de este subcapítulo titulado como Vocabulario de Ezequiel, no obstante, para ir familiarizándose con las expresiones utilizadas por el profeta, es conveniente detenerse unos minutos estudiando la confusión que puede originar la terminología empleada por aquel “iluminado”.

Veamos ese vocabulario.

SEMEJANZA, APARIENCIA, PARECIDO, SEMBLANZA, FIGURAS, ASPECTO, A MANERA DE…:

La primera de estas palabras, semejanza, la encontramos en: 1,5; 1,13; 1,14; 1,16; 1,26; 1,28; 10,1, 10,22.

La segunda, apariencia, es utilizada en: 1, 5; 1,27; 10,10.

La tercera, parecido, está en: 1,26 (2); 1,27; 1,28 (2); 8,2 (2); 40,2.

La cuarta, semblanza, se encuentra en otros textos distintos al que estoy utilizando. Semblanza tiene como sinónimos: semejanza, similitud, parecido, etc.

La quinta, figuras, se aplica en 1, 5; 10, 21, en sustitución de semejanza.

La sexta, aspecto, se usa en: 1,10; 1,13; 1,16; 1,27; 8,2; 10,9; 40,3(2); 43,3.

La séptima, a manera de, la encontramos en 1,22.

Como digo, Ezequiel se expresa en un leguaje casi absolutamente metafórico; y, como pronto comprobaremos, en el capítulo primero utiliza indistintamente en veintiocho ocasiones –que no son pocas–, todas estas palabras que acabo de reseñar. Con esa insistencia, aquel visionario nos está diciendo, alto y claro, que por resultarle completamente desconocido aquello que intenta describir, su reseña de la Gloria es sólo una apariencia, una semejanza, un parecido, y que él no sabe de otra forma para explicarse mejor.

En 1, 5-10 dice: ...Vi venir... (1,5) en medio de ella ––se refiere a la nube–– la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. (1,6) Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. (1,7) y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. (1,8) Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre ––en otra traducción dice a semejanza de manos de hombre––; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. (1,9) Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia delante. (1,10) Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león, al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; así mismo había en los cuatro, cara de águila.

Luego, en 1,26: ...se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.

Por fin, en 10, 21 dice: ... y figuras de manos de hombre.

Como se puede apreciar fácilmente, aquel profeta o sus traductores o sus sabios e iluminados intérpretes, eran grandes expertos en la utilización de sinónimos o palabras que entre sí fuesen semejantes, parecidas, del mismo aspecto, apariencia, semblanza o figura.

Como una consecuencia de todas estas descripciones tan caprichosas y tan poco concretas, debemos entender:

Que aquellos “seres vivientes” tenían una apariencia y semejanza con el hombre, sólo que..., sólo que: tenían cuatro caras, cuatro alas, con pies derechos (no se dice cuantos) y plantas de sus pies como planta de pie de becerro. También dice que centelleaban como bronce muy brillante y que tenían cara de hombre, de león, de buey y de águila.

¡Normal! ¿Qué hombre no tiene esas semejanzas? Todos conocemos algún hombre con alas; con plantas hendidas como un becerro; que brilla como el bronce; que además de su cara de hombre, tiene cara de león, de buey y de águila. Y, nadie se moleste en desmentirme porque no le dará igual; yo no me puedo creer que usted no conozca, al menos, a un par de individuos así.

SERES VIVIENTES: 1,5; 1,13; 1,14; 1,15; 1,19; 1,20; 1,21; 1,22; 3,13; 10,17; 10,20;

Resulta muy conveniente poder diferenciar entre seres vivientes y seres movientes (semovientes), o sea, seres que se mueven por sí mismos. En este caso, olvidemos a los seres vivientes y aceptemos seres movientes en oposición a seres inertes y, por supuesto, dejemos en paz a los querubines.

Y ahora, una aclaración para los doctos sacerdotes:

Es innegable que existen seres vivientes, como las plantas, que son incapaces de irse a pasear. Sin embargo, para aquellas gentes, en aquellas épocas, todo lo que se movía estaba vivo. Pero resulta, que todo lo que se mueve no tiene por fuerza que estar vivo. El ejemplo más evidente lo tenemos en el automóvil que, como su propio nombre indica, se mueve por sí mismo, pero nadie, excepto algún que otro piadoso ungido, pueden afirmar que es un ser viviente. Por lo tanto, y por resultar muy importante para una correcta interpretación de los textos de Ezequiel, insisto:

Olvidemos seres vivientes y aceptemos seres u objetos movientes.

NO SE VOLVÍAN:

1,9; 1,12; 1,17; 10,11 (3)

1, 9: que se tocaban (las alas) las del uno con las del otro. Al moverse no se volvían para atrás, sino que cada uno iba cara adelante.

1,12: Todos marchaban de frente, a donde les impelía el espíritu, sin volverse para atrás.

1, 17: Marchaban hacia los cuatro lados y no se volvían al caminar.

10,11: Cuando andaban, hacia los cuatro frentes andaban; no se volvían cuando andaban, sino al lugar donde se volvía la primera, en pos de ella iban; ni se volvían cuando andaban”.

Esto no es importante; esto es importantísimo:

Deseo resaltar que este grupo de cuatro versículos que acabo de transcribir resulta de una excepcional transcendencia. Son tan esenciales y fundamentales, que casi resultan definitivos para ayudarnos a una correcta identificación de aquellos seres movientes y aquellas ruedas que nos describe el profeta.

Veamos:

Si hay algo que resulta evidente en esos versículos es que Ezequiel insiste, una y otra vez, hasta en cuatro ocasiones, en dos circunstancias que ha llamado poderosamente su atención.

1. Que aquella apariencia de la Gloria, sea lo que sea, (ruedas, seres vivientes, portentoso cristal, etc.) marchaban, se desplazaban, andaban y se movían, indistintamente, hacia sus cuatro lados (adelante, atrás, derecha e izquierda).

2. Cuando en su desplazamiento o movimiento variaban la dirección, no se giraban ni volvían.

Intentemos comprender:

¿Sabe usted que es lo que hace una persona, o cualquier otro ser, más o menos racional, cuando va caminando y desea cambiar de dirección?

Pues lo primero que hace es girarse, volverse, para encarar la nueva dirección.

Y eso, precisamente eso, era lo que no hacían los seres movientes. Ellos no se volvían; ellos no se giraban; ellos variaban o modificaban la dirección, sin necesidad de rotar sus cuerpos, sus masas, sus seres.

A ver si consigo explicarme:

Si una persona camina en dirección norte y desea variar su ruta y encaminarse al oeste, debe volverse a la izquierda y girar noventa grados. Naturalmente, también puede optar por caminar de costado, pero eso, además de absurdo, resultaría muy incomodo. Pues bien, eso es lo que hacía aquella apariencia de la Gloria: Al moverse, se desplazaba hacia adelante, hacia otras o hacia sus costados, sin girarse o volverse.

Sólo la reina del ajedrez puede moverse en todos los sentidos sin volverse ni girarse.

Pero además de la “desenvuelta” gran dama del tablero, esa especial forma de desplazarse es característica de unas pocas maquinas, que podemos representar en una sola: el helicóptero. Un artilugio volador dotado de capacidad para despegue y aterrizaje en vertical; que son capaces de avanzar, retroceder o moverse a derecha e izquierda, sin modificar su posición, o sea, sin volverse.

Y esta particularidad, esta formidable característica, unida a la cuádruple insistencia de Ezequiel, se quiera o no se quiera, tiene un importante significado en lo que se refiere a la identificación de aquello que el ilustre profeta mayor nos describe, a su aire. Una identificación que nos podría llevar a un ingenio volador del tipo CUADRICÓPTERO.

RUEDAS (DISCOS):

1,15; 1,16 (3); 1,17 y 18; 1,19 (2); 1,20 (2); 1,21 (2); 3,13; 10, 2; 10, 6 (2); 10,9 (3); 10, 10 y 11; 10,12 (2); 10,13 (2); 10,16 (2); 10, 17; 10,19; 11,22;

Las ruedas se mencionan por primera vez en 1,15. Veamos tres versiones de ese versículo:

Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.

Mirando a los vivientes descubrí junto a cada uno, a los cuatro lados, una rueda que tocaba la tierra.

Al mirar a estos seres me fijé que en el suelo había una rueda al lado de ellos, de los cuatro.

Si meditamos sobre este versículo quince, y después de extasiarnos en la expresión: “Mientras yo miraba…; Mirando a los vivientes…”, extraeremos las oportunas conclusiones y veremos que

1. En los tres versículos se habla de UNA rueda.

2. Que esa rueda estaba sobre la tierra o que tocaba el suelo.

3. Que esa rueda estaba junto, al lado, de los cuatro seres vivientes.

Puesto que Ezequiel habla de una sola rueda, nosotros debemos preguntarnos:

− ¿Cómo es posible, sin recurrir a los milagros, poner una sola rueda a los cuatro lados de cada uno de los cuatro seres viviente-movientes? ¿Cómo podríamos colocar un solo objeto para que esté en contacto con otros cuatro?

−Pues, muy sencillo: Colocando ese objeto en medio de los otros cuatro.

Siguiendo con este asunto de las ruedas, veamos ahora tres versiones del versículo 1,6:

1, 16: Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales y cada una dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda.

1, 16: El aspecto de las ruedas, su estructura, resplandecía como el crisólito. Tenían las cuatro la misma forma, y parecían dispuestas como si una estuviese en medio de la otra.

1, 16: El aspecto de las ruedas, su obra era semejante al color del crisolito. Y las cuatro tenían la misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.

Veamos si entendemos la metamorfosis sufrida por esa rueda:

Resulta que aquella única y solitaria rueda descrita en el versículo 1,15, y que se encontraba rodeada por los seres vivientes-movientes, ya no es tan única ni está tan solitaria. Ahora, en el versículo siguiente (1,16), esa rueda se ha multiplicado por cuatro ruedas. Ahora son cuatro ruedas que transmiten la sensación de estar una en medio de la otra. Unas ruedas, que además de ser muy parecidas entre sí, tienen el mismo color, aspecto o semejanza que la turquesa y el crisolito, o sea, que son azuladas. Posiblemente, gris-azuladas.

Veamos si podemos entender este “parto-fisión” de las ruedas:

El profeta, según yo lo entiendo, pretende describirnos una sucesión de cubiertas-suelos, estratos o pisos, sobre la primera rueda que, en una manera escalonada, producen la impresión visual de ser unas ruedas dentro de otras ruedas.

ALAS:

1,6;1,8(2);1,9;1,11;1,23(2);1,24(2);1,25;3,13;10,5;10,8;10,12;10,16;10,19;10,21(2);11,22;17,3;17,7

Según el diccionario:

Alas: Cada una de las armaduras...que, en número par, a uno y otro lado del fuselaje, sirve al avión en vuelo de base de sustentación.

Alerón: Timón situado en el borde posterior... de las alas de los aeroplanos... hacen que el aparato se eleve, descienda o gire sobre su eje.

Hélices: Conjunto de aletas helicoidales que giran alrededor de un eje…

Ezequiel denomina ALAS a dos tipos de objetos:

a) Superficies fijas o móviles (alas y alerones).

b) Hélices.

— ¡Tal vez! –concede el indulgente lector−; pero, ¿cuántas, cómo y en qué parte del fuselaje dispondría sus alas, alerones y hélices una aeronave “parecida a una rueda”?

Podríamos interpretarlo como:

1. Un ala que circundase o rodease la totalidad de la circunferencia del aparato. O sea, un ala dispuesta a semejanza del ala de un sombrero.

2. Que el ala contuvieran alerones que se desplegaban y se retraían.

3. Que el ala, propiamente dicha, al ser fija, cubría el cuerpo.

4. Que los móviles alerones, en el momento en que se desplegaban o se replegaban (hacia lo alto), tocaban las alas y se unían con ellas.

5. Las hélices eran las partes de los seres viviente-movientes (a modo de antorchas… Resplandecía el fuego y desprendían fulgores). (1,13)

¿Podríamos entender estas antorchas, fuegos y fulgores, como la descripción de la turbinas de un reactor, efectuada por un “ingeniero aeronáutico” que vivió hace unos dos mil quinientos años?

PIES O PIERNAS:

1,7 (3); 2,1; 2,2; 3,24; 6,11; 17,4; 24,23; 25,6; 29,11 (2); 31,4; 32,2; 32,13; 34,18 (2); 34,19 (2); 37,10; 43, 7; 46,2;

El texto dice que las caras eran cuatro, que las alas eran cuatro y que las ruedas eran, primero una y luego cuatro, pero no dice cuantas eran las piernas. Nosotros, después de extrañarnos por la omisión, deberíamos interpretar que también eran cuatro, y que, cuando Ezequiel menciona las piernas, se está refiriendo a los soportes que dan sustento y estabilidad a la totalidad del conjunto de ruedas y seres vivientes-movientes, cuando se posan en el suelo.

PLANTA: (planta de pie)

1,7 (2); 43, 7;

El texto compara la parte inferior de esas piernas-soportes, con los cascos o pezuñas de los toros; o sea, partidos, divididos o hendidos. Podemos entender que las plantas de eso pies, de esos soportes, se asentaban en el suelo mediante una base articulada que facilitaba la sustentación sobre terrenos irregulares.

BRONCE:

1,4; 1,7; 1,27; 8,2; 9,2; 22,18; 22,20; 27,13; 40,3;

La explicación a este apartado se encuentra en las notas. Ver (4*).

ESPÍRITU:

1,12; 1,20 (3); 1,21; 2,2; 3,12; 3,14 (2); 4,24; 8,3; 10,17; 11,1; 11,5 (2); 11,19; 11,24 (2) 13,3; 18,31; 21,7; 36,26; 36,27; 37,1; 37,5; 37,6; 37, 8; 37,9 (3); 37,10; 37,14; 39,29; 43,5.

En 1, 20 y 1, 21 se dice textualmente: “...porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”.

Y nosotros, sin hacer una gran exhibición de conjeturas, entendemos que el espíritu, el alma, la voluntad que movía todo aquello, estaba en las ruedas.

Desde siempre se ha tendido a identificar el espíritu con la inteligencia y con la voluntad; de hecho, esos vocablos son sinónimos. Parece, que Ezequiel, con esa lucidez que le caracteriza, quiere decirnos que el alma y el corazón que daban vida a todo aquel conjunto, estaba de las ruedas.

EXPANSIÓN O FIRMAMENTO O PORTENTOSO CRISTAL:

1,22; 1,23; 1,25; 1,26; 10,1.

Con los vocablos expansión o extensión o firmamento de portentoso cristal, Ezequiel nos están hablando de una bóveda o cúpula de material transparente. Tal vez una bóveda de media esfera.

En 10, 1 dice textualmente: “...he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines”.

Veamos:

Si la expansión estaba sobre la cabeza de los querubines, debemos entender que los querubines estaban debajo de la expansión, o sea, a un nivel inferior. Un cronista de nuestros días lo redactaría así:

“… podía verse al piloto del “caza” bien protegido por una hermética y transparente cabina”.

LLANTAS O AROS:

1, 18;

Esas llantas o aros no son otra cosa sino las ruedas interiores ––”ruedas dentro de ruedas”––. Por decirlo de otra manera: Son las diferentes cubiertas concéntricas situadas a distintas alturas; que por cierto, están llenas de “ojos”.

MANOS O BRAZOS:

1,8; 1, 13; 6,11, 7,27; 10,2; 10,7; 10,12; 10,21; 11,9; 13,18; 13,20; 13,22; 16,39; 22,13; 22,14; 23,37; 23,42; 23,45; 25,6; 25,14; 30,12; 31,11; 38,12; 39,23.

Cuando leamos brazos o manos, deberemos entender que Ezequiel está refiriéndose a unas articulaciones que hacen la función de brazos, manos y dedos —muy posiblemente, eran brazos o manos hidráulicos o mecánicos—.

NUBE:

1,4; 1,28; 8,11; 10,3; 10,4;

La Nube y la Gloria forman parte de la grandiosa teofanía que el Libro del Éxodo no presenta en bastantes versículos. (Éxodo 13, 21-22; 14, 19; 16, 10; 19, 13 y 16; 24, 16; 34, 5; 40, 34-35.)

HIJO DE HOMBRE:

Aunque esta expresión no es citada hasta el inicio del capítulo segundo del Libro de Ezequiel; yo no quiero soslayar su comentario y deseo hacer una sencilla pregunta: ¿Cómo llamaría un ser extraterrestre a un ser humano? ¿Tal vez, hijo de hombre?

---0---

Ahora, después de haber identificado el muy personal, figurativo y alegórico vocabulario de aquellas gentes, podremos intentar una interpretación del primer capítulo del bíblico Libro de Ezequiel. Y ahora es el momento de tener muy presente que: El redactor, copista, escribano-amanuense o traductor de aquel texto no entendía ni una sola palabra de lo que estaba escribiendo.

Nota. Amigo lector: No se alarme si todo esto le ha causado un molesto dolor de cabeza. Sé que no le consolará, pero piense que el autor vive en una aspirina.


CAPÍTULO PRIMERO DEL LIBRO DE EZEQUIEL


Para este trabajo, de cada uno de los versículos del capítulo primero del Libro de Ezequiel, he recogido tres traducciones. La primera procede de la Biblioteca de Autores Cristianos; la segunda corresponde a Ediciones Paulinas; la tercera la he tomado de Internet (La Biblia: Ezequiel)

En negrita cada una de esas transcripciones; en cursiva y color la interpretación del autor del trabajo. Los asteriscos (*) remiten a notas aclaratorias.

Y, por si el lío era pequeño…,

Debido a sus muy diferentes redacciones, los versículos 1, 2 y 3 deben complementarse entre sí y quedar agrupados en uno solo:

1, 1: Por espacio de unos treinta años fue dirigida la palabra de Yavé a Ezequiel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos, junto al río Quebar.

1, 1: El año treinta, el mes cuarto, el día cinco del mes, me encontraba yo entre los deportados junto al río Quebar, cuando se abrieron los cielos y contemplé visiones divinas.

1, 1: Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.


1, 2: El año quinto de nuestra cautividad, el día cinco del mes cuatro, estando yo entre los cautivos en las riberas del río Quebar, se abrieron los cielos y tuve visión de Dios

1, 2: El día cinco del mes ––era ya el año quinto de la deportación del rey Joaquín––

1, 2: En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes,


1, 3: y fue sobre mí la mano de Yavé.

1, 3: fue dirigida la palabra de Yavé a Ezequiel, hijo de Buzi, sacerdote, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Y allí fue arrebatado en éxtasis.

1, 3: vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová.


1, 1 a 3: El día cinco del mes cuarto del quinto año de nuestro cautiverio en caldea, yo, el sacerdote Ezequiel ben Buzi, de treinta años de edad, estando junto a los deportados en el río Quebar, tuve una visión. (1*, 2*, 3*)

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Tras la introducción, Ezequiel divide toda la visión en tres partes: 1ª: Descripción del conjunto; 2ª: Vivientes-movientes; 3ª: Ruedas con radios, ojos y cúpula.

1ª: Descripción del conjunto.

1, 4: Miré y vi venir del septentrión un nublado impetuoso, una nube densa, en torno de la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio brillaba como bronce en ignición.

1, 4: Miraba yo y veía un viento huracanado de la parte del norte, una gran nube con resplandores en torno, un fuego que desprendía relámpagos, y en su centro como el fulgor del electro (oro blanco), en el centro del fuego.

1, 4: Y miré, y he aquí venía del norte un viento impetuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente,

1, 4: Procedente del norte venía algo semejante a un viento huracanado arrastrando una resplandeciente y densa nube que, rodeada de fuego, desprendía relámpagos; en su centro brillaba algo parecido al metal. (4*)

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2ª: Descripción de vivientes-movientes.

1, 5: En el centro de ella (de la nube) había semejanza de cuatro seres vivientes, cuyo aspecto era éste: tenían semblante de hombre,

1, 5: Aparecía en medio (de la nube) la figura de cuatro seres, cuyo aspecto era el siguiente: presentaban forma humana,

1, 5: y en medio de ella (de la nube) la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.

[Disfrutemos de la ambigüedad que proporcionan vocablos como: semejanza, aspecto, semblante, figura de y apariencia. Si, por ejemplo, un amigo me cuenta que ha visto algo que tenía la semejanza o el aspecto o el semblante, o la figura o la apariencia de una mujer, yo le comentaré: Tú sabrás lo que has visto, pero una auténtica mujer, lo que se entiende por una mujer, ya te digo yo que no era.]

1, 5: En el interior de la nube, se veía algo con aspecto, apariencia o semejanza de cuatro formas dotadas de movimiento y que parecían obra de hombre, (5*)

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1, 6: pero cada uno tenía cuatro aspectos y cada uno cuatro alas.

1, 6: pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

1, 6: cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

1, 6: Pero, siendo obra de hombre, no eran hombres; eran diferentes, y cada uno tenía cuatro alas o hélices. (6*)

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1, 7: Sus pies eran derechos y la planta de sus pies era como la planta del toro. Brillaban como bronce en ignición.

1, 7: Sus piernas eran rectas, y sus pies semejantes a las plantas de un buey, relucientes como bronce bruñido.

1, 7: Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.

1, 7: Los soportes, las patas que los sustentaban, eran rectas; las bases de esos soportes, o sea, los pies que se posaban sobre la tierra, eran abiertos como pezuñas de toro. Todo brillaba como metal muy pulido. (7*)

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1, 8: Por debajo de las alas, a los cuatro lados, salían brazos de hombre; todos cuatro tenían el mismo semblante y las mismas alas,

1, 8: Debajo de las alas, en los cuatro lados, salían manos humanas; tenían los cuatro el mismo aspecto y también las alas de iguales dimensiones.

1, 8: Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados.

Si Ezequiel siempre se muestra oscuro en sus descripciones, aquí se le debió apagar la luz cuando en este versículo ocho escribió: “Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados”. Y, si al profeta no se le apagó la luz, fue porque el iluminado copista estaba muy alegre y “alumbrado”.

1, 8: Por debajo de las alas − ¿qué alas?−; a sus cuatro lados – ¿qué lados?−; salían brazo o manos humanas, − ¿eran brazos o eran manos?−; los cuatro eran iguales entre sí; lo mismo que las alas, (8*)

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1, 9: que se tocaban (las alas) las del uno con las del otro. Al moverse no se volvían para atrás, sino que cada uno iba cara adelante.

1, 9: Sus alas estaban juntas unas con otras; al andar no se volvían de espaldas, sino que cada uno caminaba de frente.

1, 9: Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia delante.

1, 9: Las alas y alerones contactaban entre sí. Cuando los objetos movientes se desplazaban y deseaban variar su dirección no se volvían, sino que modificaban su trayectoria sin girarse. (9*)

---0---

1, 10: Su semblante era éste: de hombre, por delante, los cuatro; de león a la derecha, los cuatro; de toro a la izquierda, los cuatro, y de águila por detrás, los cuatro.

1, 10: En cuanto a su semblante, presentaban cara humana, pero los cuatro tenían cara de león a la derecha, cara de toro a la izquierda, y los cuatro también cara de águila.

1, 10: Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila.

1, 10: Su apariencia, la sensación que transmitía todo el conjunto, era de ser inteligente como el hombre, temible como el león, fuerte como el toro y veloz como el águila. (10*)

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1, 11: (Cuando) Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto, dos se tocaban la del uno (la una) con la del otro (con la otra) y dos de cada uno cubrían su cuerpo.

1, 11: Así (que) estaban desplegadas hacia lo alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban mutuamente y otras dos que le cubrían el cuerpo.

1, 11: Así era sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.

1, 11: Los alerones se plegaban y desplegaban de dos en dos, pero las dos alas no se movían y quedaban fijas en la estructura. (11*)

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1, 12: Todos marchaban de frente, a donde les impelía el espíritu, sin volverse para atrás.

1, 12: Cada cual marchaba de frente. Iban donde el espíritu les impulsaba, sin volverse de espaldas en su marcha.

1, 12: Y cada uno marchaba derecho hacia delante; hacia donde el espíritu le movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían.

1, 12: Todos y cada uno de los movientes-vivientes marchaban juntos en la misma dirección, impelidos por la misma fuerza y sin volverse ni girarse. (9*, 12* y 17*)

---0---

1, 13: Había entre los vivientes fuego como de brasas encendidas cual antorchas, que discurrían por entre ellos, centelleaban y salían de él rayos.

1, 13: En medio de estos cuatro seres se veían como brazos incandescentes a modo de antorchas que se agitaban de acá para allá entre ellos. Resplandecía el fuego y del fuego se desprendían fulgores.

1, 13: Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaban entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.

1, 13: De en medio de los vivientes-movientes, y a su alrededor, salían llamaradas y fogonazos.

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1, 14: Los vivientes se movían en todas direcciones semejantes al rayo.

1, 14: Los seres iban y venían lo mismo que el relámpago.

1, 14: Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos.

1, 14: Los objetos movientes se desplazaban en todas direcciones con la velocidad del rayo.

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3ª: Descripción de Ruedas (con radios, ojos y cúpula)

1, 15: Mirando a los vivientes descubrí junto a cada uno, a los cuatro lados, una rueda que tocaba la tierra.

1, 15: Al mirar a estos seres me fijé que en suelo había una rueda al lado de ellos, de los cuatro.

1, 15: Mientras miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.

Puro sentido común: Si deseas colocar un objeto (A) junto o al lado de otros cuatro objetos (B, C, D, E), deberás optar, inexcusablemente, por colocar el objeto (A) en el centro de los otros cuatro.

1, 15: En medio de los cuatro objetos movientes, posada sobre la tierra, había una estructura circular semejante a una rueda o disco. (15*)

---0---

1, 16: Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales y cada una dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda.

1, 16: El aspecto de las ruedas, su estructura, resplandecía como el crisólito. Tenían las cuatro la misma forma, y parecían dispuestas como si una estuviese en medio de la otra.

1, 16: El aspecto de las ruedas, su obra era semejante al color del crisolito. Y las cuatro tenían la misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.

1, 16: Advertí que no era una sola rueda, sino cuatro; todas muy semejantes entre sí y colocadas unas dentro de otras como si fuesen concéntricas. Las cuatro ruedas eran de color gris acerado. (16*)

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1, 17: Marchaban hacia los cuatro lados y no se volvían al caminar.

1, 17: Al rodar iban en las cuatro direcciones, sin volverse en su movimiento.

1, 17: Cuando andaban se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.

1,17: Girando sobre sí mismas, las ruedas se desplazaban indistintamente hacia los cuatro lados (delante, atrás, derecha e izquierda); no se giraban ni se volvían cuando modificaban su dirección. (17*)

---0---

1, 18: Mirando, vi que sus llantas estaban todo en derredor llenas de ojos.

1, 18: Su circunferencia era de gran altura, y las llantas de las cuatro estaban cuajadas de ojos todo alrededor.

1, 18: Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en los cuatro.

1, 18: Aquella estructura en forma de rueda era de enorme tamaño; sus aros o llantas o ruedas presentaban ojos de buey, ventanillas o mirillas en todo su contorno.

---0---

Nota: En los versículos 19, 20 y 21, sucede algo parecido a lo que ocurría en el tres primeros; por esta razón se deben reunir en uno solo.

1,19: Al ir los vivientes giraban junto a ellos las ruedas, y al levantarse los vivientes sobre la tierra se levantaban las ruedas.

1, 19: Cuando los seres se movían, iban también las ruedas junto a ellos, y cuando aquellos se elevaban de la tierra, se levantaban también las ruedas.

1, 19: Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.

1,20: Hacia donde los impelía el espíritu a marchar, marchaban, y las ruedas se alzaban a la vez con ellos, porque tenían las ruedas espíritu de vida.

1, 20: Hacia donde las impulsaba el espíritu iban las ruedas, y también se elevaban, porque el espíritu de los seres estaba en las ruedas.

1, 20: Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

1, 21: Cuando iban ellos, iban las ruedas; cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando se alzaban de la tierra, se alzaban, porque había en las ruedas espíritu de vida.

1, 21: Cuando andaban ellos, andaban las ruedas; y cuando se paraban ellos, se paraban también las ruedas; y cuando ellos se levantaban de la tierra, se elevaban también ellas, porque el espíritu de los seres estaba en las ruedas.

1, 21: Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

1, 19, 20 y 21: Las ruedas y los objetos movientes se detenían, se movían, ascendían y descendían al mismo tiempo. Eran las ruedas las que ordenaban y decidían los movimientos de la totalidad del conjunto. (19*) (21*)

---0---

1, 22: Sobre la cabeza de los vivientes había una semejanza de firmamento, como un portentoso cristal, tendido por encima de sus cabezas,

1, 22: Sobre los seres había una especie de firmamento, esplendoroso como un cristal extendido por encimas de sus cabezas,

1, 22: Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a la manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas,

1, 22: Por encima de ruedas y movientes-vivientes había una cabina o carlinga construida de portentoso y maravilloso cristal. (22*)

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1, 23: y por debajo del firmamento quedaban tendidas sus alas, que se tocaban dos a dos, la del uno con la del otro, mientras las otras dos de cada uno cubrían su cuerpo.

1, 23. Y bajo el firmamento estaban extendidas sus alas una junto a otra, mientras que las otras dos alas de cada uno de los cuatro seres les cubría el cuerpo.

1, 23: Y debajo de la expansión las alas de ellos estaba derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo.

Nota: Este versículo 23 es una repetición y fusión de los contenidos del 11 y del 22:

1, 23: Debajo esa cabina estaban las alas y los alerones. Mientras que los alerones se desplazaban, las alas quedaban fijas y unidas a la estructura. (23*)

---0---

1, 24: Oí el ruido de las alas (hélices), como ruido de río caudaloso, como ruido de truenos, cuando marchaban, como estruendo de campamento; cuando se detenían plegaban las alas.

1, 24: Sentí el rumor de las alas, mientras se movían; parecía el rumor de aguas ingentes, semejante a la voz del Omnipotente, un ruido tumultuoso como el de un ejército. Y cuando se pararon, replegaron sus alas.

1, 24: Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas.

1, 24: Cuando se ponían en movimiento se oía el ruido ocasionado por la fuerza que movía las ruedas.; era como el estruendo de un río caudaloso, como detonación de los truenos. Cuando cesaba el ruido, cesaba el movimiento y se bajaban los alerones. (24*)

---0---

1, 25: Y se dejó oír una voz encima del firmamento que estaba sobre sus cabezas.

1,25: Entonces resonó una voz desde el firmamento que había sobre sus cabezas.

1, 25: Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de encima de la expansión que había sobre sus cabezas.

1, 25: Cuando se replegaron las alas y cesó el ruido, desde la bóveda acristalada se dejó oír una voz. (25*)

---0---

1, 26: Sobre el firmamento que estaba sobre sus cabezas había una apariencia de piedra de zafiro a modo de trono, y sobre la semejanza del trono, en lo alto, una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él.

1, 26: y por encima del firmamento que se extendía sobre sus cabezas apareció como una piedra de zafiro, en forma de trono, y sobre esta especie de trono una figura de aspecto semejante al de un hombre, que se erguía sobre él.

1, 26: Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.

1, 26: En la cabina acristalada había algo parecido a un sillón de aspecto regio y de color azul; en ese asiento había una figura semejante a un hombre. (26*)

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1, 27: y de lo que de él aparecía (lo que de él se podía ver) de cintura arriba era como el fulgor de un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo en derredor suyo resplandecía.

1, 27: Desde lo que parecían sus caderas para arriba vi que era como un bronce resplandeciente, algo que parecía fuego, dentro y alrededor de él; y desde lo que parecían sus caderas para abajo vi también algo así como un fuego, refulgente todo en torno,

1, 27: Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para bajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.

1, 27: De lo que aparecía (de lo que se podía ver) de la mitad para arriba, esa figura parecía de metal; en la parte inferior y alrededor de él, se veían luces y resplandores (27*)

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1, 28: El esplendor que le rodeaba todo en torno era como el del arco que aparece en las nubes en día de lluvia. Ésta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yavé. A tal vista caí rostro a tierra, pero oí la voz de uno que me hablaba.

1, 28: Semejante al arco iris que aparece en las nubes en un día de lluvia; tal era el fulgor que despedía. Esta visión era como la imagen de la gloria de Yavé. A su vista yo caí rostro en tierra, y oí una voz que hablaba.

1, 28: Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.

28: Rodeando a la figura con apariencia humana, se veían luces y resplandores semejantes a los colores del arco iris (cuadro de luces-testigos de la cabina de una aeronave). Ésta fue la visión de la semejanza de la gloria de Yavé. Y ante tal visión, me postré en la tierra y oí una voz. (28*)


NOTAS AL LIBRO DE EZEQUIEL


Recordemos, que los dogmáticos redactores de estos textos no habían entendido ni media palabra de lo que intentaban describir. Y, por supuesto, no olvidemos que todavía fueron mayores las dificultadas de sus fervientes copistas y traductores, para dar una interpretación lógica a unos escritos redactados por quienes que no sabían ni lo que decían.

NOTAS:

(1*, 2*, 3*): Se puede apreciar que los textos presentan distintas interpretaciones. En la primera versión, redactada en tercera persona, dice: “Por espacio de treinta años fue dirigida la palabra de Yavé a Ezequiel, hijo de Buzi”. En otro glorioso relato, ya redactado en primera persona, el profeta nos dice: “Aconteció en el año treinta..., estando yo en medio de los cautivos...”

En estas dos diferentes presentaciones, además de confundirnos y dejarnos con la incertidumbre de saber quién es el redactor, la duda surge de inmediato: ¿Por espacio de treinta años, o en año treinta?

La respuesta que yo ofrezco a esta cuestión no acepta ninguna de las dos versiones. El asunto tiene su fundamento y fácil explicación en la legislación levítica que imponía una condición:

Para poder ejercer como sacerdote era obligatorio ser mayor de treinta años. Así consta en Núm. 4, 3 y en I Par. 23, 3. Y eso, precisamente, es lo que hace Ezequiel: recuerda que ya tenía la edad requerida y que había sido ungido.

(4*): En aquellos tiempos, además del oro, la plata y el electro (aleación de oro y plata), eran sólo el cobre y el bronce (aleación de cobre y estaño), los únicos metales que se conocían; por lo tanto, si querían hacer constar que un objeto tenía brillo metálico, tenían que aludir y comparar su fulgor con el oro, la plata, el bronce, el cobre o el electro. Entiéndanme: No cabía la expresión “brillante como el acero bien pulido”. De una manera parecida podemos referirnos a los colores, que son descritos en base a piedras de un cromatismo por todos conocido: azul zafiro-turquesa, verde esmeralda, rojo rubí, amarillo topacio, etcétera.

(5*): Seres vivientes son seres o entes no inertes, no inactivos, con capacidad de movimiento; o sea, seres o entes movientes. Semblanza, por su parte, tiene el significado de semejanza, forma o parecido).

(6*): La conjunción “pero” nos quiere demostrar que aquella semejanza presentaba diferencias con los humanos.

(7*) En ese versículo 7 se mencionan piernas, pies y plantas de pies. Las piernas son soportes o apoyos; los pies y las plantas de los pies son las bases de esos soportes. Todo brillaba como metal muy pulido.

(8*): La pregunta es: ¿Brazos de hombre o manos de hombre? ¿Eran figuras o eran reales? La respuesta: Ni eran brazos ni eran manos; simplemente, por su utilidad, función o cometido, eran semejantes a brazos o manos mecánicas o hidráulicas.

(9*): Igual que en 1, 12; 1, 17; 10,11. Ver en Vocabulario de Ezequiel: No se volvían.

Nota: Observemos los movimientos del “ratón”, que sin modificar en absoluto su postura, desplaza el cursor adelante, atrás, izquierda y derecha. Pues, tal cual.

(10*) Semblante, según el diccionario es: Apariencia o representación del estado de las cosas sobre el cual formamos un concepto de ellas.

Delante, detrás, derecha e izquierda quiere significar: POR TODAS PARTES; POR TODOS LADOS.

Ezequiel no quiere mostrarnos un ser poli-zoo-morfo; sólo quiere representarnos, metafóricamente, un ser que reúne cuatro de las más deseable cualidades para un individuo del universo: inteligente como hombre, temible como león, fuerte como toro y veloz como águila.

(11*): Este versículo nos indica que había dos tipos de alas: Las alas propiamente dichas, que eran fijas y daban la sensación de cubrir el cuerpo. Y los alerones que eran alas que se desplegaban y se replegaban.

(12*): Ver: 1,9; 1,17; 10,11

(15*): Una rueda que tocaba la tierra puede ser una rueda posada o reposada o reclinada sobre la tierra.

(16*): La turquesa es azul. Ver el color de la gloria sobre la que reposaban los pies de Yavé en Éx. 24: zafiro como el cielo azul. 7*): Ver 1,9; 1,12; 10,11.

En la traducción de Ediciones Paulinas, hablando de las ruedas dice: Al rodar...

Tengamos en cuenta que las ruedas, por regla general, ruedan alrededor de un eje horizontal y paralelo al suelo, pero ese modo de rodar no es el único. Recordemos, por ejemplo, las ruedas de piedra de los molinos que suelen rodar, rotar o girar en torno a un eje vertical. Si esta última forma de rodar, la ponemos en relación con el versículo quince (una rueda que tocaba la tierra...; en el suelo había una rueda...) podemos deducir que las ruedas estaban posadas o tumbadas sobre el suelo y que rotaban o giraban paralelas a él.

(20*): Se aprecia, claramente, que identifica el movimiento o la fuerza con la vida.

(21*): Nuevamente se advierte la identificación entre movimiento y vida.

(22*): Aquí se describe una expansión, un firmamento, un cristal maravilloso tendido sobre sus cabezas. Con esas palabras, Ezequiel nos quiere mostrar una bóveda, una cabina, una carlinga de material transparente, que cobijaba a una semejanza de ser humano sentado sobre un sillón o sitial.

(23*): En la parte inferior (bajo la base) de esa cabina o carlinga, se encontraba la estructura metálica. En esa estructura estaban las alas; y esas alas se complementaban con alerones. Mientras que estos alerones se desplazaban, las alas quedaban fijas cubriendo la estructura.

(24*): Es muy posible que Ezequiel no tuviera una idea exacta de la procedencia de aquel ruido ensordecedor; por lo tanto, es muy fácil que interpretase que aquel estruendo era ocasionado por las alas, cuando en realidad, y por existir una relación directa entre movimiento, alas y ruido, aquellos truenos procedían de las turbina o motores.

Por último, es muy importante resaltar la última frase de este versículo: cuando se detenían plegaban las alas. Todos sabemos que las alas de una maquina voladora sirven para su sustentación en el aire y, por esa misma razón, al posarse en tierra, lo más lógico es plegar las alas y recoger los alerones.

(25*): De la cabina-carlinga de cristal (o desde encima) salió una voz.

(26*) En el interior de esa cabina había algo parecido a un sillón de color azul (no a una piedra de zafiro en forma de trono), y una figura semejante a un humano.

(27*): En lo que se podía ver del interior de esa bóveda ––que sólo era de cintura para arriba––, se distinguía esa apariencia de hombre que parecía brillar como el metal; de cintura para abajo solamente se apreciaban resplandores de luces procedentes de los cuados de luces-testigos de la cabina.

(28*): Deleitémonos en la gloriosa torpeza y ambigüedad de los redactores del texto bíblico:

…arco que aparece… era la apariencia de la imagen…

…arco iris que aparece

…como parece el arco iris…así era el parecer

¿Alguien, por muy sacerdote que sea, entiende que APARECE y PARECE tienen el mismo significado?

Una cosa es APARECER y otra muy distinta PARECER.

Esas luces resplandecientes tenían las siete tonalidades del arco iris.

Nuevamente –ya se señaló en el versículo 25−, se escuchó una voz.

Nota. Puede resultar interesante relacionar los siete colores del Arco Iris con las siete notas musicales.

Advertir que el profeta no dice en ningún momento que viera la gloria de Yavé; únicamente dice:

Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová.

Ésta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yavé.

Esta visión era como la imagen de la gloria de Yavé.

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