CAPÍTULO XXV: LA DESPEDIDA

El dolor del adiós a un dios (25*1). Los cuatrocientos días (25*2). El anuncio de una despedida (25*3). Moisés necesita un guía (25*4). La primera derrota de Israel (25*5). Conclusiones (25*6). …Y, sin embargo se fue (25*7). ¿Volverá Yavé? (25*8). ¿Cuándo regresará Yavé? (25*9).


EL DOLOR DEL ADIÓS A UN DIOS (25*1)


A Dios gracias, todavía nos queda la vida eterna con sus edenes, sus paraísos y sus indefinidas y poco concretas felicidades.

Pero, con independencia de que el alma sea inmortal o tenga fecha de caducidad, los hombres sabemos demasiado bien que en esta vida terrenal todo se acaba, y que lo bueno, lo que de verdad podemos calificar como muy bueno, suele ser lo que antes se termina. Pues bien, como consecuencia de esta tozuda realidad, después de poco más de un año de convivencia y trato frecuente con el pueblo hebreo en el desierto del Sinaí, Yavé abandonó nuestro mundo.

Si cierro los ojos y me remonto al lugar y al momento, puedo ver con toda claridad la inmensa angustia que refleja la faz de Moisés. Sus ojos, velados por unas abrasadoras lágrimas, siguen fijos en las alturas intentando perforar un cielo, que en el momento de desaparecer la nave Gloria, le ha hecho conocer el verdadero significado de la palabra vacío. Detrás de él, junto a él, cobijándose y refugiándose en él, tal y como sucede en los más penosos duelos, el pueblo, ese pueblo áspero y tierno, se encuentra tan desconcertado y abatido que todavía no comprende con precisión la inmensidad de la pérdida. Éx. 33, 6, lo refleja de esta manera tan lacónica:

Los israelitas se despojaron de sus galas desde el Monte Horeb.

— ¿Y saben ustedes el significado de la famosa frase de: se despojaron de sus galas?

Efectivamente; esas palabras no quieren decir que aquellas gentes se quitaron el traje de los domingos. Sencillamente, significa, que en aquel mismo instante perdieron la alegría y la ilusión. O dicho de otra forma, que de aquellos hombres y mujeres se apoderó la más inmensa y angustiosa tristeza. Porque, nadie lo dude, para poder calibrar la autentica desdicha que supone la pérdida de un amigo, antes se debe haber gozado de su amistad. Y poca gente ha disfrutado de la amistad de un ser viviente de tal categoría.

Los israelitas acababan de ver alejarse a su mejor amigo. Aquellas gentes, como el resto de los pueblos de nuestro mundo, abrazaban de nuevo su amargo y honroso destino y daban el adiós a un Dios.


LOS CUATROCIENTOS DÍAS (25*2)


La cronología de la estancia de Yavé entre los israelitas, según consta con toda precisión, es la siguiente:

En Éx. 19, 1 se dice: El día primero del tercer mes después de la salida de Egipto llegaron los hijos de Israel al desierto del Sinaí. Después, al final del libro del Éxodo, en su capítulo 40, 17 consta: El día primero del año segundo, fue alzado el Tabernáculo.

Las cuantas son fáciles:

Por una parte se nos dice que Israel ha tardado dos meses justos desde que salió de Egipto hasta que llega al pie de la montaña del Sinaí. Por otra parte, queda constancia de que los hebreos llevan diez meses al pie de la montaña del Sinaí. Diez meses de pruebas y reconocimientos; diez meses de instrucción y aprendizaje; diez meses, durante los cuales ha nacido un nuevo pueblo que ha conocido a Yavé, que ha gozado de su amistad y que ha disfrutado de su protección. Posiblemente, no todos han estado en la gloria, pero sin duda alguna, la Gloria sí que ha estado con ellos.

Es entonces, es el primer día del segundo año, cuando comienza un doloroso proceso; una cuenta atrás que culminará cincuenta días después.

El cuarto libro del Pentateuco (Núm. 10, 11-13) dice: En el año segundo, el segundo mes, el día veinte del mes, se alzó la nube de sobre el tabernáculo del testimonio, y los hijos de Israel marcharon por etapas, del desierto del Sinaí al desierto de Farán, (a resaltar el enorme parecido entre Farán y Feirán) donde la nube se paró, moviéndose por primera vez a la orden de Yavé por Moisés.

Según esta relación de fechas, y considerando que los meses eran lunares, han transcurrido poco más de cuatrocientos días (404-405) desde que abandonaron Egipto hasta que después de elevarse la nube, levantan o recogen el campamento que habían instalado en la base del monte del Sinaí e inician la ruta del desierto de Farán. Y teniendo en cuenta que no conocemos el tiempo que transcurrió desde que Yavé aparece ante Moisés en la zarza ardiente, hasta que después de las plagas se inicia el éxodo en la ciudad de Rameses, sólo podemos establecer, con una tolerable precisión, que Yavé permaneció con los hebreos en el desierto del Sinaí cuatrocientos cinco días.

Nota. Es asombroso, o al menos no deja de ser muy extraño que, como hemos visto, se lleve una exacta contabilidad de los días del Éxodo y, sin embargo, no se haga la menor mención al tiempo transcurrido desde que Yavé se presentó ante Moisés hasta que se inicia la aventura del Sinaí. ¿Acaso no es importante ese periodo en el que suceden multitud de incidencias —El monte Horeb, el viaje de regreso de Moisés, la declaración de Séfora, el reencuentro con Arón, las comparecencias ante el faraón, las diez plagas y la institución de la Pascua?—
Así mismo es llamativa la coincidencia de 405 días, 400 años (Gén. 15,13) y 430 años (Éx.12, 40). Sobre todo es llamativa, si la relacionamos con “un año por día” de Núm. 14, 34.
Año hebreo: 355 días; mes hebreo: 29 o 30 días; 20 días del 2º mes del 2º año; 14 días hasta la Pascua =
355 + 30 + 20 + 14 = 419 días    JCMC

Ahora, reparemos en dos frases que acabamos de leer.

Primera: Se alzó la nube.

Decir que se alzó la nube, es lo mismo que decir se levantó la nube o se elevó la nube. Y recordamos, que nube y gloria viene a ser lo mismo.

Segunda: …moviéndose por primera vez a la orden de Yavé por Moisés.

Por vez primera, era Moisés quien daba las órdenes.

Se podrán efectuar muy diferentes interpretaciones, pero entre todas ellas, sería muy lógico decidirse y optar por esta deducción que consta de dos partes:

Primera: La aeronave Gloria ha despegado, reiniciando así un viaje que la llevaría a otros mundos.

Segunda: Como consecuencia de la partida de Yavé, ahora es Moisés quien asume el mando y la responsabilidad absoluta.


EL ANUNCIO DE UNA DESPEDIDA (25*3)


Sin la menor duda es muy triste; es más, resulta fácil admitir que los israelitas "se despojasen de sus galas"; pero, desde luego, lo que no se puede decir es que fuese algo inesperado. Las cosas no han sucedido de la noche a la mañana. Además de la realidad innegable de que Moisés sabía, desde el principio, que algún día Yavé proseguiría su viaje, nos encontramos con distintos episodios y diferentes momentos en los que se plantea la cuestión.

En Éx. 23, 20, ya se muestra algo parecido a un adiós, o que al menos, se puede interpretar como una despedida de Yavé: “He aquí que yo envío un ángel delante de ti, para guiarte... para conducirte. Acátale, escucha su voz, no le resistas... porque lleva mi nombre”.

Tres versículos después, en Éx. 23, 23 se insiste: ... “Pues mi ángel marchará delante de ti...”.

Estos versículos tienen “algo”, incluso se podría asegurar que contienen "algo más que algo", que nos predice y anticipa una separación, o al menos, un alejamiento. No es difícil de entenderlos como: Yo me voy, pero no quedáis ni solos ni desamparados; mi ángel os acompañará.

Después de la grave transgresión de la ley que comete el pueblo, cuando, en contra de lo pactado, construye un ídolo de oro con la intención de adorarlo, Moisés intenta conseguir el perdón de Yavé. Pero el Señor del Cielo de los Cielos, que ha insistido una y otra vez prohibiendo la adoración de imágenes, no está dispuesto a transigir con una falta que atenta tan directamente contra su ley más básica y fundamental; no puede tolerar una infracción que contraviene aquello que él ha mantenido y enseñado con más reiteración, y que resulta la más importante y casi la única cláusula de la alianza: su repulsa a los dioses; su negativa a las divinas esencias. Tan grave es el asunto, que en aquel mismo capítulo, en Éx. 32, 33-34-35, consta: (33) Yavé dijo a Moisés: “Al que ha pecado contra mí es al que borraré de mi libro. (34) Ve ahora y conduce al pueblo a donde yo te he dicho. Mi ángel marchará delante de ti, pero cuando llegue el día de mi visitación, yo los castigaré por su pecado.” (35) Y Yavé castigó al pueblo por el becerro de oro fabricado por Arón.




Nota muy importante:
Debemos meditar en la redacción de este episodio. Los artículos 33 y 34 son palabras de Yavé; sin embargo, el artículo 35 −que por cierto es el último del capítulo−, es una afirmación de los levitas.
Y, ¿esto qué significa?
Pues, sencillamente, nos invita a recordar dos certezas:
Primera: Que Yavé no miente.
Segunda: Que la mentira vive en los labios de los sacerdotes.
En conclusión: Yavé prometió su regreso…, y todavía no ha regresado.
Fin de la nota.

Pero a pesar de estas palabras, que nadie piense que Yavé abandonó nuestro mundo como consecuencia o castigo del acto idólatra del Becerro de Oro. Y no se puede pensar así porque no sería acertado. Con toda seguridad Yavé se marchó triste a causa de nuestra recalcitrante religiosidad, de nuestro obstinado afán por adorar y pedir protección a los inexistentes dioses, pero en realidad se marchó, sencillamente, porque tenía que marcharse.

El Señor del Universo rehúsa y rechaza los castigos al hombre. Él comprende y perdona. Ha conocido a los hombres y sabe de sus miserias y de sus miedos; y, puesto que siente por ellos un profundo afecto, procede con una gran tolerancia. Sabe que su presencia aquí sería muy necesaria, y que llevado de su mano el hombre evolucionaría muy positivamente; pero no es así como deben suceder las cosas. El ser humano tiene que desarrollarse como tal y conseguir las metas por sus propios medios; si no lo hace así, no tiene derecho a ocupar un espacio entre los pobladores del universo.

Por esa razón, teniendo ya dispuesta la partida, hace notoria apariencia y demostración de un disgusto considerable. Ante Moisés, magnifica y agranda esta auténtica tristeza, hasta convertirla en una gran decepción; y lo hace con el objeto de dar una mayor cobertura, justificación o disculpa a su decisión de proseguir su viaje. Si un solo instante subiera con vosotros os aniquilaría, dice en Éx. 33, 5.

Por otra parte, el versículo treinta y cuatro de Éx. 32, parece que contiene una amenaza de castigo, pero en realidad resulta ser como una de esas amonestaciones que proceden de aquel que no quiere castigar; y la verdad es que aquí revierte en una maravillosa promesa. Lo cierto es que ese versículo resulta un firme asidero para la esperanza: ... el día de mi visitación...

Si haciendo uso de la lógica admitimos la evidencia de que Yavé se aleja de nosotros, ese versículo promete que algún día regresará y “castigará” a quien lo haya merecido. Claro que, respecto a esta “terrible amenaza” del castigo, tengamos presente que los más severos correctivos de Yavé no llegan ni a la categoría de regañina.

Y recordemos también, que el verbo visitar ya había sido utilizado anteriormente, cuando en Éx. 13, 19, se cita en referencia a otra promesa de regreso: Moisés había cogido los huesos de José, pues había hecho jurar José a los hijos de Israel que cuando Yavé los visitara se llevarían consigo sus huesos de allí. José estaba en la certeza de que, algún día, aquellos seres vivientes vendrían o regresarían otra vez a nuestro mundo. Y, al parecer, no fue defraudado. ¿Qué nos impide a nosotros tener la misma esperanza que José? ¿Supondría un grave perjuicio para la humanidad el retorno de Yavé?

Y claro, esta reflexión nos abre otros dos grandes temas:

Por una parte, nos encontramos con la posibilidad de una anterior visita de Yavé. Y por otra, nos permite imaginar el beneficio que obtendría la humanidad con el regreso de unos seres excepcionalmente sabios que, ya en su visita anterior habían hecho demostración de su afecto y amistad por los hombres. Sin embargo, por muy interesantes y prometedores que pudiesen resultar estos dos temas, no son en absoluto necesarios para el desarrollo y comprensión de este trabajo y, por lo tanto, continuamos con la despedida.

Si ya en los versículos que hemos ido citando se puede vislumbrar y sospechar que algo va a suceder muy pronto, la temida despedida de Yavé es todavía más evidente en Éx. 33, 1-5, donde se anuncia con todas las palabras: Habló Yavé a Moisés y le dijo: “Anda, subid ya de aquí, tú y el pueblo que has sacado de Egipto... Yo mandaré delante de ti a un ángel... pero ya no subiré en medio de ti... sois un pueblo de dura cerviz; si un solo instante subiera con vosotros, os aniquilaría...”

Se mire como se mire, tanto si se desea entender como si se pretende ignorar la realidad, estas palabras de Yavé en Éx. 33, tienen todo el amargo sabor del anuncio de una despedida. Aquellos que no deseen comprenderlo, podrán buscar y rebuscar distintas maneras de interpretarlo, pero lo que resulta indiscutible es que Yavé afirma que no “subirá” en medio del pueblo. Eso es innegable. Por lo tanto, si existe algo que se puede asegurar, sin necesitar siquiera de una interpretación, es la voluntad de Yavé de no seguir acompañando a los hebreos.

Por otra parte, en ese versículo encontramos una afirmación que me parece imposible de aceptar:

Aunque se asegure que es palabra del mismísimo Yavé, no es siquiera imaginable que el Señor de la Gloria concibiera siquiera la posibilidad de aniquilar al pueblo hebreo. Ni al pueblo hebreo ni, por supuesto, a ningún otro pueblo. Todos, incluso ellos, deberíamos reconocer que Yavé no andaba por ahí amenazando y prometiendo castigos. Y, créanme, aquí no se trata de que yo admita unos versículos y rechace otros; es, sencillamente, que yo acepto aquellos versículos que son consecuencia de las lógicas interpretaciones que una mente sensata realizó sobre las crónicas que reflejan un suceso que, además de fascinante, es auténtico. No obstante, que exista constancia de crónicas de sucesos asombrosos pero auténticos, no significa que me vea obligado a conceder crédito a otros versículos que sólo son absurdas y falsas alucinaciones nacidas de un peligroso fanatismo, que los sacerdotes utilizaron para atemorizar a la congregación y condicionar la voluntad de sus fieles.

Con posterioridad a ese anuncio de partida, en unos párrafos maravillosos, se continúa describiendo, lo que no es otra cosa sino el lamento de un Moisés que se encuentra abrumado por el dolor a causa de la noticia.

En Éx. 33, 12-13 consta: Moisés (en una envidiable demostración de amistad y de confianza) dijo a Yavé: “Tú me dices: Haz subir a este pueblo, pero no me das a saber a quien mandarás conmigo, (no identificas a ese ángel que prometes) a pesar de que me has dicho: Te conozco por tu nombre (somos amigos) y has hallado gracia a mis ojos. Si, pues, en verdad he hallado gracia a tus ojos, dame a conocer el camino, para que yo, conociéndolo, vea que he hallado gracia a tus ojos. Considera que este pueblo es tu pueblo”.

Nadie duda de la existencia en las Escrituras de versos de asombrosa belleza; de frases, donde se manifiestan los más nobles sentimientos de los hombres. Estos versículos que anteceden, son una muestra de aquella ternura fraternal a la que hice referencia cuando me refería a la Clave. Moisés le dice a su amigo y señor:

Me dices que me aprecias y que soy a tus ojos un hombre que merece tu confianza. Por otra parte, me anuncias que nos abandonas, que no estarás ya más con nosotros y que dejas a otro en tu lugar. Nos has dicho que ya has elegido a tu representante, a tu ángel, a quien, sin embargo, no identificas, y que él será quien nos ha de guiar por mucho tiempo. Por favor Señor, muéstrame tus intenciones y considera que esta gente es tu pueblo.

Yavé le respondió: (Éx. 33, 14) “Iré yo mismo contigo y te daré descanso”.

Yavé ha contestado: No me has entendido amigo Moisés. Te estoy diciendo que seré yo mismo quien te guiará y ayudará.

Sin embargo, el profeta, en ese momento, ni entiende ni quiere entender. Está casi desesperado. Le agobia el dolor de perder a un amigo pero, sobre todo, teme por los hombres. Y, desgraciadamente, ese temor, como se ha visto en infinidad de ocasiones en el transcurso de la historia, estaba plenamente justificado. Moisés, como hombre inteligente y sensato, tiene plena consciencia de lo que supone el hecho de que Yavé abandone nuestro mundo. Por esa razón insiste:

Mira Señor, si no vienes con nosotros, déjanos aquí; preferimos morir en este lugar.

Porque, precisamente esas y no otras, son las palabras que aparecen en Éx. 33, 15-17: Moisés añadió: “Si no vienes tú delante, no nos saques de este lugar, (16) pues ¿en qué vamos a conocer yo y tu pueblo que hemos hallado gracia a tus ojos sino en que marchas con nosotros, y nos gloriemos yo y tu pueblo entre todos los pueblos que habitan sobre la tierra?”.

A estas angustiadas palabras de Moisés, responde Yavé: (17) Dijo Yavé a Moisés: “También a eso que me pides accedo, pues has hallado gracia a mis ojos y te conozco por tu nombre. Yo mismo iré delante de ti y te guiaré.”

Nuevamente Yavé le ha contestado: ¿Pero es que no te das cuenta?, ¿no comprendes que, aunque yo no esté aquí, continuarás escuchando mi voz que te acompañará y guiará? Me voy, pero a través del arca del Testimonio estaremos en contacto frecuente, casi continuo. O dicho en otras palabras: Te dejaré mi ángel, que es como si estuviese yo mismo.

Y en realidad, como era de esperar, y como no podía ser de otra forma, Yavé no mentía. Su voz, su ayuda y su amistad, acompañaron a los hombres. Y así sucedió hasta que nosotros, hasta que los hombres, con nuestra maldita ambición y con nuestra miserable ignorancia, cortamos la comunicación.

Núm. 10, 11-13: En el año segundo, el segundo mes, a veinte del mes, (se entiende, aunque no lo dice, que cuenta desde la salida de Egipto), se alzó la nube sobre el tabernáculo del Testimonio, y los hijos de Israel marcharon por etapas, del desierto del Sinaí al desierto de Farán donde la nube se paró, moviéndose por primera vez a la orden de Yavé por Moisés.

Insisto: Si meditamos esta frase, y despreciamos aquello que han pretendido hacernos creer, comprenderemos que más allá de cualquier duda, se está diciendo que la nube “se levantó”, se “elevó” desde el Tabernáculo, y que el pueblo, por primera vez, se mueve a las órdenes que da Moisés.

Y he insistido en esto para que el lector pueda contrastar:

En el versículo final de Núm. 9, se había dicho: A la orden de Yavé acampaban y a la orden de Yavé partían… Ahora, como hemos visto, en el versículo trece de Números 10, se dice: …moviéndose por primera vez a la orden de Yavé por Moisés. ¿Se advierte alguna diferencia? Entendámoslo: …por primera vez… Únicamente los sacerdotes levitas pueden mantener la desesperada y absurda convicción de que todo sigue igual.

Comprendamos la situación e intentemos encuadrarla de conformidad con estas cinco auténticas e indiscutibles realidades.

Primera: Que Yavé dice que no les va a acompañar.

Segunda: Que la tristeza se adueña de los hombres (se despojan de sus galas).

Tercero: Que Yavé comunica a Moisés que será un ángel quien les guíe.

Cuarto: Que la nube se alza, se “levanta”, se “eleva” (todavía no se había inventado el verbo despegar) desde el Tabernáculo.

Quinto: Que el pueblo se mueve, por primera vez, a las órdenes de Moisés.

¿Quién puede dudar que algo esté cambiando?


MOISÉS NECESITA UN GUÍA (25*4)


Pero además, esta certidumbre de que es Moisés quien se ha hecho cargo en solitario de la conducción del pueblo, se ve reforzada por los versículos de Núm. 10, 31-32, donde el profeta insiste ante su cuñado, el hijo del madianita Raguel, para que se una al pueblo de Israel y les acompañe, y le dice: “No nos dejes, pues tú conoces bien los lugares donde conviene acampar y podrás servirnos de guía; si vienes, nosotros te daremos parte de lo que nos dé Yavé”.

No se sabe con certeza, al menos yo no lo sé, ni tan siquiera me importa, si el cuñado de Moisés les acompañó o no, eso no es lo que interesa en este momento; lo que sí que interesa y lo que resulta innegable y muy significativo, es que Moisés está necesitado de un guía. El líder elegido por Yavé, ahora, en el momento de reiniciar la andadura por el desierto, precisa de alguien que le marque las etapas y que le indique la ruta conveniente. Su cuñado conoce la zona, y les puede conducir de pozo en pozo. Y yo supongo que nadie puede dudar que eso no sería muy necesario si Yavé todavía permaneciese entre ellos. Como reafirmación de esta deducción, baste traer a la memoria los episodios de Éx. 15, 22-25 y Éx. 17, 1-7, donde, Yavé, "solito", se las apaño divinamente, para dar de beber al pueblo.

Y más.

En Núm. 10, 33-36. - Así marcharon del monte de Yavé, e hicieron tres días de camino, y el arca de la alianza de Yavé iba con ellos tres días de camino, buscando dónde acampar. La nube de Yavé los acompañaba de día, desde que levantaron el campamento. Cuando movían el arca, decía Moisés: “Levántate, Yavé; dispérsense tus enemigos Y huyan ante ti los que te aborrecen”. Cuando el arca se posaba, decía: “Pósate ¡Oh Yavé!, entre las miríadas de Israel”.

Es bastante evidente que:

Abandonan el monte Sinaí —fuese el que fuese—, e inician la marcha.

Que llevan con ellos el arca. Y díganme: ¿qué había dentro del arca?

Que van buscando lugares donde acampar.

Que, mediante el arca, al emprender cada jornada y también al detenerse, Moisés elevaba una súplica a Yavé.

Y también es muy cierto, que todavía se menciona la presencia de la nube, pero esto es algo que no debe sorprendernos en absoluto y que refuerza mi opinión. La nube, de la que se afirma que aún está allí con ellos, ––solamente durante el día pero no por la noche––, no va a tardar en desaparecer; y además desaparecerá para siempre, y ya no se volverá a citar su presencia nunca más. Yo entiendo, y cualquier persona que se moleste en meditar unos segundos también lo comprenderá así, que ya, en ese momento, la presencia de la nube es solamente un "empotrado" añadido levítico, algo que se mantiene y que se hace durar porque no se resignan a prescindir de ello.

Y además, recordemos la facilidad de aquellos sacerdotes para alterar el contenido y el significado de un versículo. Veamos:

En Núm. 10, 34 se dice: La nube de Yavé los acompañaba de día desde que levantaron el campamento. Esto es lo que consta en las escrituras. Veamos ahora si a ese texto añadimos una sola palabra, la misma palabra que ellos suprimieron. La nube de Yavé no los acompañaba desde el día que levantaron el campamento.

Ese…desde que levantaron el campamento… es muy significativo. Comparémoslo con Éx. 13, 21; allí no se hace mención desde cuando les acompañaba la nube: ¿desde Rameses?; ¿desde Etan?; ¿desde Sucot? Aquí, por el contrario, al indicar que la nube les acompañaba desde que levantaron el campamento, sin duda se pretende hacer creer que nada ha cambiado. Y, adviertan algo muy llamativo: Siendo indudable que en algún momento la nube desapareció, no existe en todo el Pentateuco un solo versículo, ni uno solo, en el que se haga referencia a ese mutis. Resulta que la nube se marcha, y no se hace ni siquiera una mención de ello. ¿No da la sensación de que se pretende esquivar, o al menos soslayar con una disimulada omisión, una realidad que resulta la más triste evidencia? Sin duda, aquellos sacerdotes levitas se dijeron:

Nosotros no lo mencionamos, y que cada uno piense lo que le dé la gana. ¡Pero, cuidado!, que no me entere yo que alguno piensa.

Buscando donde acampar. Esta debe ser otra de las frases que nos facilite la comprensión de lo que está sucediendo. Nunca hasta entonces habían tenido que preocuparse por esa cuestión; hasta ese momento, tal y como consta en Éx. 17, 1: ... (caminaban) según las etapas que Yavé les ordenaba. Como ya he dicho antes, se aprecia con absoluta claridad, que ahora, ni el liderazgo ni la logística son ya los mismos.

Por otra parte, pero en el mismo orden de evidencias, en Núm. 11, 16 y siguientes, antes de irse, y con la intención de ayudar a Moisés y a petición del profeta, Yavé nombró el consejo de los setenta. “para que te ayuden a llevar la carga del pueblo y no la lleves tú solo.

Tú solo. Ahora no sucede como en Éx. 3, 12, cuando Yavé dice a Moisés: Yo estaré contigo... Ahora, en este momento, y confirmando que él no estará allí, Yavé escoge a otros para que ayuden a Moisés y no se encuentre solo.


LA PRIMERA DERROTA DE ISRAEL (25*5)


Por último, y como refuerzo de mi certeza sobre la partida del Señor de la Roca-Gloria, deseo recordar lo sucedido en Cadesbarne y, especialmente, las prudentes palabras de Yavé en Dt. 1, 42:

(Está hablando Moisés) Yavé me dijo: Diles: No subáis y no combatáis, porque yo no iré en medio de vosotros. En otra traducción, esta última frase hace constar: …pues yo no estoy con vosotros.

Intentemos comprender e interpretar este asunto a la luz de un razonamiento sensato y lógico; por cierto, muy lejano al sacerdotal.

Digo esto de la sensatez y la lógica, porque según se ha hecho constar durante siglos, Yavé sigue estando allí con la Gloria, la nube, el fuego, los ángeles, etcétera. En esas circunstancias, el Señor del Cosmos ordena al pueblo que no comience ninguna invasión y que no se inicie ningún combate. Yavé aduce un argumento que ya había aportado con anterioridad en Éx. 33, 3, y que ahora reitera: … porque yo no iré en medio de vosotros. Sin embargo, ellos, los hebreos, de quienes por cierto no se informa quien los mandaba —una muy apetecible omisión—, contra toda lógica, pasan con indiferencia junto a la nave gloria, que por lo visto y según nos cuentan, estaba allí aparcada, y desoyendo la expresa y tajante orden de Yavé, marchan al combate. Esta es la versión oficial. Y yo me pregunto: ¿quién se lo cree?, ¿no es un absoluto contrasentido? Según el cronista, Yavé, que está allí presente, les dice que no ataquen y les advierte que no va a estar con ellos. Pero, a pesar de todo, con absoluto desprecio de esas órdenes, los hebreos desobedecen y atacan.

Naturalmente, que todo este relato de Cadesbarne es mucho más fácil de entender y asumir, si admitimos que allí no está Yavé y que, únicamente, Moisés y Arón han escuchado su voz y sus advertencias; una voz que procedía de entre los querubines del propiciatorio que están sobre el arca dentro del tabernáculo; una voz que desaconseja la intervención bélica. En estas circunstancias, es mucho más fácil comprender la rebeldía del pueblo. Moisés advierte a sus infantes, pero ellos no le hacen ni el menor caso y marchan al combate. Y, así les va.

Recapitulemos e intentemos concretar y machacar:

Primero.- De acuerdo con lo que se dice en Éx. 40, 17 y en Núm. 10, 11-13, resulta que el tabernáculo del Testimonio estuvo levantado durante un mes y veinte días —desde el día primero del año segundo hasta el día veinte del segundo mes del segundo año—. Durante esos cuarenta y ocho o cincuenta días, en alguna de sus frecuentes visitas al campamento de Israel, Yavé efectúa la puesta a punto y realiza las comprobaciones necesarias para el óptimo funcionamiento de la radio.

Segundo.- Ha transcurrido un año, un mes y veinte días, desde que Israel salió de Egipto. Trece meses lunares de 29, 5 días, más veinte días: cuatrocientos tres días.

Tercero.- Que se alzó la nube sobre el tabernáculo ––que se levanta, que se eleva, que se remonta, que despega–– la nube que está sobre el tabernáculo del Testimonio.

Cuarto.- Que Israel inicia la marcha por etapas desde el desierto del Sinaí al desierto de Farán. …los hijos de Israel marcharon por etapas, del desierto del Sinaí al desierto de Farán donde la nube se paró. Núm. 10, 11-12.

Este versículo 12 y el versículo 33 del mismo capítulo, según se mire, y dependiendo del lugar donde situemos el campamento hebreo, son bastante confusos o bastante esclarecedores. Si tenemos en cuenta la considerable distancia existente entre el tradicional monte Sinaí y el desierto de Farán, y también tenemos muy presente que las etapas de aquella muchedumbre eran necesariamente muy breves, debemos admitir, que tres días de camino obligan a unas jornadas imposibles. Naturalmente, y como otra opción, si decidimos considerar la posibilidad de que el campamento de Israel no estuviese situado en la base del famoso Jebel Musa, sino en el golfo de Aqaba a pocos kilómetros de Jaserot, en ese caso la distancia al desierto de Farán es mucho menor, y se puede cubrir en tres días. Y por supuesto, aunque menos probable, no debemos olvidar la otra posibilidad; aquella que ya estudiamos en su momento y que nos indicaba el oasis de Feirán como posible asentamiento de los hebreos durante su estancia en el Sinaí. Advirtamos, como ya he mencionado, la semejanza entre estos dos nombres: Feirán y Farán.

Quinto.- Que se mueven por primera vez a la orden de Yavé por Moisés.

Sexto.- Que Moisés requiere al hijo de Raguel-Jetró para que les acompañe y les sirva de guía. Y nosotros nos preguntamos: ¿para indicar el camino a Yavé?, ¿para enseñar a Dios por donde debe ir?

Séptimo.- Estos versículos de Núm. 10, 33-36, hay que ponerlos en relación con Éx. 40, 36-38, y así tal vez podamos entender quien guiaba al pueblo: la nube o el arca. En los versículos del Éxodo se dice: se ponían en movimiento cuando se alzaba la nube. De aquí se desprende que la nube abría la marcha y guiaba a Israel. Sin embargo, en los citados versículos de Números, se dice: ... y el arca de la alianza de Yavé iba con ellos tres días de camino, buscando dónde acampar. No ofrece demasiadas dudas: es el arca quien guía.


CONCLUSIONES (25*6)


En mi opinión, son varias, muy sólidas y muy consistentes, las razones que nos llevan a interpretar que en el momento de levantarse el campamento que ha permanecido instalado casi un año al pie de la montaña del Sinaí, ya no está Yavé.

Después de haber sido anunciado en Éx. 33, 2, que un ángel les precedería, a continuación, en Éx. 33, 3, Yavé insiste ante a Moisés: “Sube a la tierra que mana leche y miel, pero ya no subiré en medio de ti”. Luego, en el versículo 5, Yavé reitera y advierte: “...si un solo instante subiera con vosotros, os aniquilaría. Por lo tanto, aquella decisión de Yavé tan temida por Moisés, se ha cumplido.

Es cierto que en Éx. 33, 14 Yavé contesta a Moisés: “Iré yo mismo contigo y te daré descanso”. También es verdad que en el versículo 17, le vuelve a prometer a Moisés: “Yo mismo iré delante de ti y te guiaré”. Y digo que es cierto y que es verdad, porque así sucedió. Yavé fue delante de Moisés, de dio descanso y le guió, pero solamente, a través de su voz; sólo valiéndose del ángel que había dejado en el Arca del Testimonio.


...Y, SIN EMBARGO, SE FUE (25*7)


Yo sé que es duro; yo sé que es muy difícil de aceptar, pero así sucedió: Yavé se marchó.

Aquel sabio nacido a la sombra de una torre inclinada; que había sido obligado con todo tipo de presiones para que renunciase a la teoría heliocéntrica, no pudo evitar un tajante comentario y apostilló: y, sin embargo, se mueve. De la igual forma, con idéntica obstinada determinación, yo, desde mi gloriosa ignorancia, insisto diciendo: …y sin embargo, se fue.

Y siento mucho decirlo, pero como consecuencia de todo esto que se ha reflejado en las anteriores páginas, tenemos que interpretar, sin la menor duda, que Yavé se alejó de la Tierra.

Y se me debe creer cuando digo que lo siento, porque esa es una gran verdad. Lo siento, como lo sentiría cualquier hombre que pierde al mejor y al más entrañable de sus amigos. Yo no sé, ni quiero saber, y, maldito sea yo si me importa saber dónde se marchó Yavé y por qué (…) se fue. Porque lo cierto es, que aquí le necesitábamos tanto o más que en el lugar al que marchó. Y, si a mí me duele; si a Moisés le afligió; si el apenado y abatido pueblo hebreo se despojó de sus galas, algo parecido debió ocurrirle al escriba, que en funciones de cronista y redactor de Éx. 40, 36-38, no resignándose a esa ausencia y, mientras pudo, quiso mantener la presencia de la nube. Muy razonable y muy comprensible. Y por otra parte, también es muy lógico, muy razonable y muy comprensible, que Yavé se marchase de este planeta. En primer lugar, porque, evidentemente, aquella expedición debía continuar su viaje a través del cosmos; y en segundo lugar, porque si tenemos en cuenta el comportamiento del ser humano y, al mismo tiempo, advertimos la evidente voluntad de Yavé de no castigar a nadie, no tenemos más remedio de comprender que el Señor de la Gloria decidiese poner cosmos por medio. Así lo dice muy claramente en Éx. 33, 3 y 5: Si permaneciera con vosotros, os aniquilaría. Que es como querer decir: Me voy de aquí. Y me voy, porque sois muy, muy... Y antes que castigar, algo que le repugnaba y, para lo que ni tan siquiera tenía fuerza moral, decidió alejarse. Pero como he dicho, es todavía más cierto que Yavé se marchó porque tenía que visitar otros mundos. Confiemos y deseemos que en esos mundos, a esas gentes, cuando el que es se alejase de ellos y les dejase solos, les haya ido mejor que a nosotros.


¿VOLVERÁ, YAVÉ? (25*8)


Permítanme una cínica respuesta: ¿regresaría usted? Yo no sé si Yavé regresará; a mí, desde luego, no me ha dicho nada; pero recuerden que yo no soy un iluminado.

Pero además de esta irónica respuesta, si meditamos un poco en el espacio que encontraremos entre la Ecuación de Drake y la Paradoja de Fermi, encontraremos alguna otra.

Supongamos que Yavé regresa. ¿Para qué?

¿Para premiar a los buenos y castigar a los malos? ¿Todavía andamos así? ¿Por qué seguimos aferrados a los Reyes Magos?

Ellos vinieron hace muchos años y se encontraron con una humanidad muy primitiva e inmadura. Llegaron a un planeta habitado por hombres que luchaban y se mataban los unos a los otros, y que además, confiaban en la ayuda divina para la solución de sus problemas. Entonces, aquellos visitantes dieron sus consejos e instrucciones y se marcharon. Si ahora regresaran de nuevo, seguirían encontrando más de lo mismo: hombres que luchan y se matan los unos a los otros y que confían en la ayuda divina para solucionar sus problemas. O sea, que tres mil años después seguimos igual. Si somos sinceros con nosotros mismos, deberemos reconocer que aquellos consejos e instrucciones no nos han servido para mucho, y que aquellos moradores del universo podían haberse ahorrado el viaje. Y ellos pensarán: esta gente es realmente dura de cerviz; ¿conseguiríamos algo positivo volviendo otra vez?; además de añadir más confusión y controversia, ¿qué aportaríamos con un nuevo mensaje?; lo dicho: el hijo del hombre es como es.

No obstante, leamos nuevamente Éx. 32, 34: “Ve ahora y conduce al pueblo a donde yo te he dicho. Mi ángel marchará delante de ti, pero cuando llegue el día de mi visitación, yo los castigaré por sus pecados.”

Es evidente que en este versículo nos encontramos con una orden y tres promesas distintas. La orden ya ha sido cumplida, y el pueblo hebreo, aunque en guerra continua, ya está en la Tierra Prometida. Por otra parte, la primera de las tres promesas la cumplió en aquellos momentos y, para conducir a Moisés, dejó un ángel. Solamente faltan dos de esas promesas: la visita y el castigo. Naturalmente, el castigo, no debe asustarnos; ni siquiera un poquito.

Y, por otra parte, deberíamos preguntarnos: si ya vinieron al menos una vez, ¿por qué no van a venir nunca más?

Antes de responder deseo hacer una pregunta:

¿Y si eso fuera imposible?

¡Imposible!, ¿por qué?

Y, yo contesto con otra pregunta:

¿Qué hace absolutamente imposible un retorno?: ¿la muerte?, ¿la tremenda distancia?

Tal vez la respuesta sea enormemente fácil y evidente. Repito, ¿qué hace absolutamente imposible un retorno?

Pero, desestimando esa imposibilidad de retorno, me atengo a lo que ya he dicho: ¿supondría un grave perjuicio para la humanidad el retorno de Yavé?

Y si va a retornar, podemos hacernos una nueva pregunta:


¿CUÁNDO REGRESARÁ YAVÉ? (25*9)


Yavé no tiene prisa. Su eternidad —tal vez una eternidad regenerativa—, no conoce la prisa y permanece esperando a que el hombre consiga esa perfección que existe dentro de su ser, en aquello que se conoce como alma. Cuando el hombre, mediante el cumplimiento del pacto alcance ese grado, entonces será cuando, esté donde esté, Yavé se presente ante los hijos del hombre. Y será en ese momento cuando propondrá un compromiso actualizado; una nueva Alianza con un hombre nuevo; un pacto con un hombre mucho más próximo a él. Hasta entonces, mientras nosotros no recorramos nuestra parte de camino, no debemos esperar el regreso de Yavé.

Y esto que afirmo a continuación no es una profecía, ¡Dios no lo permita!, es únicamente una opinión:

Si nosotros, los hijos del hombre, lo cuidamos un poco y lo mantenemos entero, Yavé regresará de nuevo a este hermoso planeta que ya visitó, al menos en una ocasión, hace más de tres mil años.


RESUMEN DEL CAPÍTULO XXV

Después de una estancia de unos catorce meses, durante los cuales estudiaron a los hijos de los hombres y proporcionaron su ayuda, aquellos Seres Vivientes, Señores de la Gloria, amos de la Roca, moradores de los Cielos que están sobre los Cielos, desaparecieron de la escena. Pero antes, para que fuese custodiado por nosotros, nos dejaron un Testimonio; y para que nos cuidase y guiase nos regalaron un Ángel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario