CAPÍTULO XX: EL CANDELABRO

Mis amigos los sacerdotes (20*1). Las incógnitas del candelabro (20*2). ¿Para qué sirve el candelabro? (20*3). ¿Desde la mañana a la noche o desde la noche a la mañana? (20*4). ¿Se deben limpiar las lámparas todos los días? (20*5). ¿Por qué debe iluminar en una sola dirección? (20*6). ¿Por qué no hay medidas del candelabro? (20*7). ¿Por qué ese enorme peso? (20*8). ¿Por qué seis brazos? (20*9). ¿Cómo se ha logrado conocer la dirección de esos brazos? (20*10). ¿Por qué esa caprichosa forma y esos adornos? (20*11). ¿Por qué no se describe la base? (20*12). ¿Para qué otra cosa puede ser utilizado ese macizo candelabro? (20*13). ¿Existía algún ventanuco o tragaluz en la pared sur del tabernáculo? (20*14). Ubicación del candelabro dentro del lugar santo (20*15). La célula fotovoltaica (20*16). Un secreto celosamente oculto (20*17). Conclusión.


EL CANDELABRO

Por ser el candelabro o Menorá un utensilio de excepcional importancia dentro del mobiliario del Tabernáculo, me veo en la necesidad de efectuar un buen número de transcripciones. Estoy casi seguro que el generoso lector sabrá disculparme.

Éx. 25, 31-40 (31) También harás un candelabro de oro puro, labrado a cincel (en otra traducción dice: Harás además un candelabro de oro puro; labrado a martillo); su tallo, sus brazos, sus flores, sus cálices y sus pétalos, formarán un solo cuerpo. (32) Seis brazos saldrán de sus lados, tres de un lado y tres del otro. (33) Cada brazo tendrá talladas tres flores de almendro, con sus cálices y sus pétalos. (34) El tallo llevará cinceladas cuatro flores de almendro, con sus cálices y sus pétalos. (35) Cada pareja de brazos nacerá de cada una de las flores del tallo; una pareja de la primera flor, otra de la segunda y otra de la tercera. (36) El tallo, los brazos, las flores, todo formará un solo cuerpo de oro puro. (37) Harás siete lámparas que pondrás en el candelabro de forma y manera que alumbren hacia delante. (38) Las despabiladeras y demás utensilios también serán de oro puro. (39) Un talento de oro puro será empleado en hacer el candelabro y sus utensilios. (40) Todo lo harás conforme al modelo que se te ha mostrado en la montaña.

En otro texto ––Grupo San Pablo. Decimoquinta edición––, el versículo treinta y cinco dice así: Cada una de las tres parejas de brazos tendrá un cáliz en su parte inferior; los seis exactamente igual.

¡Permiso!: Si son tres parejas y cada pareja tiene un cáliz en su parte inferior, lo que tendremos son tres cálices; pero, si como dice el texto bíblico nos encontramos con seis cálices, es porque alguien cuenta mal, o porque hemos sido bendecidos por otro bonito milagro. Si, por ejemplo, reunimos tres parejas de enamorados, y cada pareja tiene un hijo, nos encontraremos con tres preciosos rorros, pero no con seis—. O hablamos de parejas de brazos o hablamos de brazos. Y no es que importe que nos lo hayan contado mal, lo que destila sospechosa incompetencia es otra evidencia: que ni el traductor, ni el corrector, ni el Consejo de Sabios, ni, ni…, lo hayan corregido.

Por otra parte, el versículo treinta y cuatro dice: El tallo llevará cinceladas cuatro flores. A continuación, en el treinta y cinco, se afirma que cada pareja de brazos nacerá de cada una de las flores del tallo. Y uno se plantea: si el tallo tiene cuatro flores y solamente hay tres parejas de brazos, una de las flores quedará triste y sola; por lo tanto, llevando la contraria al iluminado redactor, cada pareja no nacerá de cada una de las flores.

A continuación se indica que, una pareja (nacerá) de la primera flor, otra de la segunda y otra de la tercera. De acuerdo, ¿pero cuál es la primera?; ¿por dónde empezamos a contar, por arriba o por abajo? Lo más lógico es que comencemos la cuenta por la parte inferior; sin embargo, no podemos asegurarlo con precisión, puesto que, al parecer, en el pectoral, que estudiaremos en otro capítulo, la relación ordinal se inicia desde la parte superior —aunque tampoco sepamos si va de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, o si su recorrido-trayectoria es en bustrofedón—.

Con estas narraciones tan confusas es fácil mantener la teoría de la imposibilidad de comprender a Yavé. Pero en realidad, lo que es fácil de advertir, es la magnífica incompetencia de los encargados de la transcripción. Claro, que tal vez ellos aleguen que no han tenido tiempo y, que estos últimos tres mil años, se les ha pasado en un suspiro. Todos podemos interpretar lo que pretende decir el cronista, pero también sabemos que existe la posibilidad de una descripción más afortunada. Aunque solo sea por respeto a su divino inspirador o, simplemente, para que no tengamos la sensación de que se está procurando la confusión. Cuando llegue el momento de interpretar las palabras “un solo cuerpo”, "una sola masa", "labrado a cincel", se comprenderá, y posiblemente se disculpará, mi insistencia en resaltar la poco apropiada descripción que el cronista realiza del candelabro y, por supuesto, la ignorante desidia del resto de “minuciosos” sacerdotes.

De cualquier manera, todo esto confirma aquella hipótesis mía esbozada cuando, al referirme a los Capítulos Olvidados, afirmaba poco más o menos, lo siguiente:

La extensa relación de capítulos que va desde Éx. 25 hasta Éx. 40, con la notable excepción del 32, 33 y 34, sin duda han sido menospreciados, y por lo tanto muy poco estudiados; y resulta que, precisamente, estos son los capítulos más esclarecedores del libro del Éxodo.

Y afirmo que son los más esclarecedores, porque esos trece capítulos integran una fehaciente demostración de la buena voluntad de Yavé; y al mismo tiempo, constituyen una prueba evidente que identifica, sin la menor duda, al Señor de los Cielos.

Pero ahora, sigamos con la reseña de versículos.

Éx. 26, 34-35: La mesa la pondrás delante del velo, y frente a la mesa el candelabro. Éste, (el candelabro) del lado meridional de la morada; la mesa, del lado del norte.

Éx. 27, 20-21: Manda a los hijos de Israel que traigan aceite de olivas molidas para alimentar continuamente el candelabro. (21) En el tabernáculo de la reunión, del lado de acá del velo tendido delante del testimonio, Arón y sus hijos lo prepararán, para que arda de la noche a la mañana en presencia de Yavé. Es ley perpetua para los hijos de Israel de generación en generación.

Éx. 30, 7-8: (7) Arón quemará en él (se refiere al altar de oro) el incienso; lo quemará todas las mañanas, al preparar las lámparas, (8) y entre dos luces, cuando las ponga en el candelero…

Éx. 37, 17-24: (17) Hizo de oro puro el candelabro, con su pie y su tallo de oro batido; sus cálices, sus globos y sus lirios hacían un cuerpo con él. (18) De su tallo salían seis brazos, tres de un lado y tres de otro. (19) Tenía el primer brazo tres cálices de flor de almendro figurando un botón que se abre y otros tres de la misma forma en el segundo brazo, y lo mismo en todos los seis brazos que salían del candelabro. (20) En el tallo del candelabro había otros cuatro cálices de flor de almendro figurando un botón que se abre, (21) el primero en el arranque de los dos primeros brazos, el segundo en el de los dos siguientes, y otro en el arranque de los dos últimos. (22) Los brazos y sus cálices hacían todo un cuerpo con el candelabro, y todo él era una sola masa de oro puro. (23) Hizo siete lámparas con sus despabiladeras y su plato, de oro puro todo. (24) Se empleó para hacer el candelabro y sus utensilios un talento de oro puro.

A subrayar en importantísimo el versículo 22: Todo un cuerpo y toda una masa.

Lev. 24, 1-4: (1) Yavé habló a Moisés, diciendo: (2) “Manda a los hijos de Israel que te traigan para el candelabro aceite puro de olivas molidas, para alimentar continuamente las lámparas. (3) Por fuera del velo que está delante del testimonio, en el tabernáculo de la reunión, Arón las preparará, para que ardan continuamente, de la tarde a la mañana, en presencia de Yavé. Es ley perpetua para vuestros descendientes. (4) Dispondrá siempre de lámparas en el candelabro de oro puro, para que ardan continuamente delante de Yavé. (Sagrada Biblia. Nacar-Colunga. B.A.C.)

Antes de continuar con la transcripción de otros tres versículos que siguen haciendo referencia al candelabro, disfrutemos de una limpia, sencilla y eficaz manera de complicar las cosas. Acabamos de leer unos versículos de Lev. 24, 1-4, pues bien, ahora vamos a leer esos mismos versículos de Lev. 24, 1-4, en otro texto bíblico:

Lev. 24, 1-4: (1) Yavé habló a Moisés diciendo: (2) Ordena a los hijos de Israel que traigan para el candelabro aceite puro de olivas molidas que permitan arder a sus lámparas continuamente. (3) Arón dispondrá el candelabro delante del velo del Testimonio, en la Tienda de la Reunión; allí arderán sus lámparas mañana y tarde perpetuamente delante de Yavé. Es esta ley perpetua para vuestras sucesivas generaciones: (4) Arón dispondrá las lámparas sobre el límpido candelabro para que ardan continuamente delante de Yavé. (La Santa Biblia. Ediciones Paulinas)

Pues bien, leídos y comparados los párrafos que he subrayado y señalado en letra cursiva en las dos transcripciones del Lev. 24, 3, ya tenemos el lío servido. Porque, yo pregunto a los lectores: ¿les parece lo mismo y entienden como idéntico significado: mañana y tarde y de la tarde a la mañana?

Por supuesto que no es lo mismo. Nadie puede pretender igual significación para las horas de encendido de una lámpara, si se hace constar que están encendidas de la tarde a la mañana, o si se afirma que están iluminando mañana y tarde. Sin embargo, a “ellos” les parece lo mismo. Y claro, así empiezan las peleas. Y créanme, ésta aparentemente quisquillosa disquisición acerca del tiempo de encendido del candelabro, dispone de mucho más fundamento del que en este momento pueda parecer. Sin embargo, como nosotros comprendemos las limitaciones de esos individuos, les dejamos con sus aleluyas y meriendas, no hacemos ningún comentario más y, de momento, lo archivamos y seguimos con la reseña de otros tres textos bíblicos.

Éx. 40, 24-25: “Puso después el candelabro en la Tienda de la Reunión, frente a la mesa, al lado sur del tabernáculo, (25) y colocó en él las lámparas, como Yavé había mandado a Moisés”

Núm. 8, 1-2: Yavé habló a Moisés diciendo: “Habla a Arón y dile: Cuando pongas las lámparas en el candelabro, ponlas de modo que las siete alumbren hacia delante”

Y por último, y para finalizar esta larga reseña:

1 Rey. 7, 49: Los candelabros de oro macizo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda delante del santuario (debir), con sus flores, sus lámparas, y sus despabiladeras.

He incluido esta última cita que se encuentra en el bíblico Primer Libro de los Reyes, como una muestra más de las muy diferentes interpretaciones que en el transcurso de los siglos padecieron los textos del Sinaí. Aquí, en 1 Rey. 7, 49, y refiriéndose al reinado del hijo de David, casi tres siglos después de la aventura del desierto, se describen diez candelabros, y por lo tanto, ya no se está hablando del mismo candelabro. El original se debió perder cuando en algún triste momento de la historia de Israel, el consejo de sacerdotes decidió por su cuenta “anotar su baja en inventario”. Desde aquel instante, por muchos candelabros de oro macizo que hiciese el rey Salomón, ninguno de ellos era ni podía ser, como el candelabro del Sinaí, y por lo tanto ya no servían para los propósitos de Yavé. Un poco más adelante se comprenderá la razón por la cual, Salomón, con todo su poder y toda su gloria, no tenía ni la más mínima posibilidad de fabricar un candelabro como el del Sinaí.


MIS AMIGOS, LOS SACERDOTES (20*1)


En episodios como éste de Salomón que acabo de mencionar, encontramos una demostración más de la magnífica ignorancia de aquellas gentes con respecto a los muebles que dejó Yavé y, sobre todo, acerca de su posible utilización. Después de Moisés y de Arón, ni sumos sacerdotes ni jueces ni reyes ni profetas ni caudillos ni sabios ni estudiosos investigadores, ni siquiera versados tertulianos o avispados políticos profesionales, tuvieron la más mínima idea sobre la verdadera función del Tabernáculo y de todo su mobiliario. Y si entonces, hace más de tres mil años, ya desconocían su utilidad, imaginemos la majestuosa ignorancia que fue hacinando sobre sus cabecitas, y la diáfana oscuridad que fue adueñándose de las ociosas seseras de los sabios interpretes después de siglos y siglos de acumulación de errores.

Quizás algún lector, entre los más perspicaces y observadores, a estas alturas y después de casi veinte capítulos, haya advertido mi gran tolerancia y caritativa comprensión con la presuntuosa ignorancia de levitas y sacerdotes. He dicho presuntuosa y no presunta, puesto que su ignorancia está más que probada y de ella hacen arrogante y presuntuosa exhibición. Yo sé, por supuesto, que si hay algo verdaderamente humano, algo que nos identifique sin la menor duda y nos diferencie del resto de las especies, además de nuestra capacidad para reírnos de nosotros mismos, es nuestro formidable talento para incurrir en el error. La equivocación, el fallo, la confusión, el tropiezo, y por supuesto, la incorrecta interpretación, están en la misma esencia del hombre. Por lo tanto, como no podía ser de otra manera, e incluso por la cuenta que me tiene, soy muy tolerante con el error. Sin embargo, lo que no disculpo y contra quien me torno absolutamente intransigente —la ñoña y light tolerancia cero—, es contra el profesional del error; contra ese ser humano, grupo, asociación o comunidad que, cambiando la lógica reflexión por el sórdido interés, subsiste defendiendo y difundiendo el error, y que además, presume de una sabiduría que con frecuencia le arrastra al fanatismo. Todos podemos equivocarnos y nadie nos discute ese triste derecho, y por el que merecemos generosa disculpa; pero lo que resulta inadmisible y, ante lo que deberíamos mostrar nuestra más categórica intolerancia, es contra aquel que pretende vivir del error. Y he utilizado expresamente la palabra intolerancia, para burlarme respetuosamente, de aquellos que, por presumir de tolerantes, acuñaron la melindrosa tolerancia cero. Contra aquello que no es tolerable: INTOLERANCIA.


LAS INCÓGNITAS DEL CANDELABRO (20*2)


Cuando leí las cien primeras veces los versículos referentes al candelabro, el tema me pasó totalmente desapercibido y no despertó en mí ni la más mínima inquietud. ¡Pues muy bien!, me dije, Yavé ha ordenado que se construya un candelero. Nada que comentar. Una luz, casi siempre tiene su utilidad; otra cosa sería si Yavé hubiese ordenado la fabricación de un paragüero.

Después, y obligado por la indiscutible conexión del candelabro con el resto de los utensilios descritos en el capítulo veinticinco del Éxodo, releí esos versículos otro centenar de veces, y fue entonces cuando comenzaron a llegar a mi mente un gran número de interrogantes. Cada palabra me enviaba una señal y cada frase un aviso. Comprendí, que para conseguir interpretar todo aquello con la mayor corrección posible, debería encontrar algunas respuestas.

Con la intención de realizar un mejor estudio, varias de estas interrogantes las he distribuido en seis bloques. Y, antes de comenzar, quiero hacer un ruego, que al mismo tiempo que pretende ser una aclaración, resulta una promesa:

Háganse el favor de tener un poco de paciencia −éste ha sido el ruego−; pues, aunque puedan parecer absurdas y caprichosas, todas las preguntas tienen un sólido fundamento −ésta ha sido la aclaración−; más adelante, podrán comprobar las razones −ésta es la promesa−.

Nota. La representación más conocida del Candelabro o Menorá, tal vez sea la esculpida en el Arco Triunfal de Tito en Roma. Pues bien, hágase un favor: Olvide esa imagen. ¡Nada que ver!

Y ahora, después de mostrar la evidente particularidad de este utensilio —evidente, pero no a la vista—, circunstancia que decidió a su constructor a desestimar las barras de transporte, y que le obligó a optar por las angarillas (Núm. 4, 10), estos son los seis bloques de preguntas que contienen un total de quince cuestiones a resolver:

Primero. ¿Para qué se necesita un candelero? ¿Para iluminar a Yavé o para iluminar a los sacerdotes? ¿Para alumbrar la totalidad del recinto? ¿Tenía otra utilidad distinta a la de iluminar?

Segundo. ¿Alumbraba mañana y tarde o de la tarde a la mañana? O lo que es lo mismo: ¿Estaba siempre encendido o sólo durante las horas sin luz natural?

Tercero. ¿Debían limpiarse las siete lámparas todos los días?

Estos tres primeros bloques de “absurdas” preguntas, aunque no lo parezcan son muy importantes, y además resultan esenciales para poder plantearse los tres siguientes módulos, que proporcionarán la solución del enigma y que son:

Cuarto. ¿Por qué las lámparas deben iluminar en una sola dirección?

Cinco. ¿Por qué no existen medidas para el candelabro? ¿Por qué ese peso tan elevado? ¿Por qué seis brazos? ¿Cómo se ha logrado conocer la dirección de esos brazos? ¿Por qué esa caprichosa forma y esos adornos tan precisos en forma de cálices de flor, de hojas, etc.? ¿Por qué no se hace reseña de la base del candelabro?

Seis. Y por último, ¿por qué se debe colocar en la pared sur?

Esto es lo mínimo que te puede ocurrir cuando meditas con algún detenimiento en estos textos. Emergen muchas preguntas, y todas ellas muy necesitadas de respuesta. Y yo, después fracasar en los múltiples intentos para que me facilitasen una explicación, un día comprendí que era preferible no consultar con “ellos”.

Empezaremos por la consulta más elemental:


¿PARA QUÉ SIRVE EL CANDELABRO? (20*3)


Las Escrituras nos informan que el Arca está destinada a guardar el testimonio; que el Propiciatorio sirve para tapar el arca y para disponer de los querubines; que los querubines, a su vez, son utilizados para poder escuchar la voz de Yavé; y, aunque todavía no lo hayamos estudiado, también sabemos que la pila de bronce —que por supuesto, no era de bronce—, era un recipiente para contener agua destinada al aseo. Sin embargo, del resto del mobiliario ––la Mesa, los dos “Altares”, las Vestiduras Sacerdotales, los Óleos, el Timiama y los Perfumes––, las explicaciones recibidas acerca de su utilidad, como mínimo, nos merecen esta tolerante reflexión:

Cuando no son absurdas, es porque resultan disparatadas.

Y así, por ejemplo, tal y como acabamos de ver en el capítulo anterior, se asegura que la mesa de los panes sirve para que todas las semanas los sacerdotes coman pan y beban vino; y, como veremos en su momento, se afirma que el altar de bronce está diseñado para asar terneras y borregos, víctimas propiciatorias de las suntuosas merendolas sacerdotales. Tampoco está muy claro el servicio que presta el altar de los inciensos puesto que su utilidad podría realizarla con la misma efectividad un pequeño incensario. Y, por supuesto, la información recibida sobre las vestiduras sacerdotales y sobre los óleos de la unción, con toda justicia se puede considerar como las deprimentes consecuencias de una absoluta falta de inteligencia.

Como explicación y justificación de esta afectuosa calificación que he realizado de los sacerdotes levitas, baste con mostrar la utilidad que los piadosos ungidos adjudicaron a las vestiduras sagradas, cuando, henchidos de legítimo orgullo y justificada satisfacción, aseguran en Éx. 28, 2: Harás a Arón, tu hermano, vestiduras sagradas, para gloria y ornamento. Según esa afirmación, resulta que Yavé ordenó la confección de aquel interesantísimo ajuar con la exclusiva finalidad de que, ante el mismo Yavé y ante el pueblo hebreo, el sumo sacerdote se presentase guapo y elegante. Cuando tratemos de este asunto en el determinante capítulo de las Vestiduras Sacerdotales nos reiremos juntos.

Concretando: ajustadas o disparatadas, disponemos de explicaciones para posible uso o dedicación de algunos muebles; sin embargo, del candelabro no poseemos información alguna acerca de su utilidad. Bueno, esto que acabo de afirmar no es totalmente cierto, puesto que, siendo verdad que en el Libro del Éxodo no se aclara su utilización, al menos en el Levítico se hace constar: Para que ardan continuamente delante de Yavé. Claro que esta coletilla es sin duda, otro patrañero añadido, puesto que como después se verá, y no sólo se verá sino que se comprobará, el candelabro no debía arder continuamente. Y si encontramos una frase que implica un error o una falsedad, deberemos entender que no procede de Moisés, y que sólo es un posterior, piadoso y pifiado postizo.

Pero es que además, el Levítico no explica, y eso sí sería muy conveniente, el motivo por el cual el candelabro debe arder delante de Yavé. Porque lo que hubiese resultado extraño, llamativo e incluso original, es que después de ordenar su fabricación, se hiciera constar que debía estar apagado. Ya suponemos que si se fabrica un candelabro será para ser encendido. Lo que encontramos a faltar es una reseña sobre su utilidad, y lo que hace rebosar nuestra extrañeza es ese continuamente.

Veamos nosotros para qué podía utilizarse este candelabro.

Se me ocurren dos respuestas básicas: la evidente y la otra.

La evidente: El candelabro se utiliza para iluminar o para ser usado como señal óptica luminosa que anunciara la presencia de Yavé.

La otra: El candelabro tenía una utilidad distinta a la de iluminar o la de ser una señal luminosa.

Parece que la más lógica es la respuesta primera. ¿Para qué puede servir un candelabro?

Es obvio; un candelabro sirve para iluminar.

Pues bien, vamos a suponer que es así; admitamos que ésa es la respuesta acertada. Pero entonces se plantean otras interrogantes. Para iluminar, ¿qué?; para iluminar, ¿a quién?

Existen varias posibles respuestas:

El candelabro podía servir para iluminar a Yavé, para alumbrar a los sacerdotes o para dar luz a todo el recinto. También, y por supuesto, como luz de señal o respeto podría utilizarse para indicar la presencia de Yavé en el Tabernáculo.

Aunque todo esto, con absoluta seguridad, resulte demasiado tedioso, debemos analizar cada una de estas posibilidades. Y no olvidemos, a los efectos de una interpretación lógica, que estamos refiriéndonos a un utensilio ordenado por el Señor de los Cielos.

Una. Iluminar a Yavé con el objeto que los sacerdotes pudiesen verle.

Además de la evidencia de que nadie, excepto Moisés y Arón, podían penetrar en el tabernáculo cuando la Gloria “andaba” por allí cerca, no se percibe en ningún momento que Yavé sintiese una gran ilusión por ser alumbrado por un candelabro. Es más, en Éxodo 33, 19 dice: “...pero mi faz no puedes verla. No puede verme hombre alguno y vivir”. Y, si no se le puede ver, no parece muy lógico que ordene que se le ilumine. Además, tal y como se ha comprobado en el capítulo que trata sobre el Testimonio o las Tablas de Piedra, esta impresión queda reforzada en Éx. 34, con el episodio del velo de Moisés. A nadie se le ocurre encender una luz para inmediatamente después vendarse los ojos, o dicho de otra forma, nadie ilumina aquello que no puede ni desea ver.

Dos. Alumbrar a los sacerdotes con el objeto de que Yavé pudiese ver y reconocer a Moisés o Arón.

¿Quién puede siquiera imaginar que Yavé pudiera necesitar unas lamparillas para ver e identificar a sus interlocutores? No; no parece de ninguna manera que esa sea la utilidad del candelabro.

Tres. Naturalmente, se puede pensar que el candelabro se utilizaba para que los sacerdotes tuvieran visión dentro del tabernáculo. Por supuesto, siempre y cuando Yavé no se encontrase allí.

Pudiera ser. Pero advirtamos que según consta en Éx. 30,7-8, allí solamente se entraba por las mañanas y entre dos luces al atardecer. Y resulta, que por la mañana o entre dos luces, no es necesaria ninguna iluminación artificial. Además, de la lectura meditada de esos dos versículos que acabo de reseñar, y en los que volveremos a insistir en otro momento, se desprende que el candelabro estaba apagado durante el día. Y todos, o casi todos, sabemos que un candelabro apagado, en el Sinaí o en cualquier otro lugar, entonces y ahora, ilumina muy poco.

Cuatro. El candelabro sirve para indicar la presencia de Yavé en el Tabernáculo.

Cabe la posibilidad de que el candelabro fuera una especie de señal óptica o de respeto para advertir y hacer constar que Yavé se encontraba en el Tabernáculo. ––Así consta en algún comentario a pie de página de La Sagrada Biblia de B.A.C. ––

Sin embargo, eso tampoco es así. Y no era así, por la sencilla razón de que todo el pueblo, y por supuesto Moisés y los sacerdotes, que eran los únicos que podían entrar en aquel recinto, sabían con toda certeza en qué momento se encontraba Yavé en el tabernáculo. Y lo sabían, porque siempre, siempre, siempre, que Yavé descendía hasta los hombres, tenía la Gloria junto a él. Y la Gloria de Yavé era señal óptica e incluso acústica más que suficiente. Por lo tanto, si todos estaban informados de su presencia, no parece muy necesario que también lo indicase un candelabro. Además, como signo de una presencia, no sería necesario encender, día y noche, un candelabro de cuarenta kilos y dotado de siete lámparas. Con una lamparilla ardiendo durante la “visita” hubiera sido suficiente.

No. No está nada claro el servicio que presta el candelabro.

Permítanme una ilustrativa parábola:

En aquellos tiempos… un rey dijo a sus ministros:

Quiero iluminar esta salita. Necesito un candelabro que permanezca encendido toda la noche.

Alguien, tal vez un anciano consejero, advierte:

−¡Permiso, jefe!, por la noche aquí no entra nadie.

El monarca, sin embargo, replica: No importa, listillo; como acabo de decir, quiero que este recinto se mantenga iluminado durante la noche.

−Vale tío —piensan los cortesanos—, tú mandas y nosotros obedecemos. Para eso eres el amo-boss.

Así pues —continúa el soberano—, escuchadme atentamente, que ya os conozco y sé que andáis fatal de entendederas: me ponéis una luz en aquella pared; ¿habéis entendido?, en la pared sur.

−Lo dicho; quien manda, manda –con la cabeza asienten los ministros.

Otra cosa muy importante−insiste el rey−, sólo debe iluminar para delante; ni quiero luces ni para los lados ni para atrás.

Los nobles súbditos se miran unos a otros sin saber que pensar y sospechan que tal vez no hayan comprendido bien. Pero de todas formas asienten:

−Diga usted que sí, jefe; así se hace.

Pero, acto seguido, empiezan a alarmarse cuando el rey continúa:

Y algo fundamental, quiero que esta farola sea maciza y pesada; unos cuarenta kilos. Tendrá siete lámparas. Además del fuste central, el candelabro tendrá seis brazos. Cada brazo tendrá tres cálices de flor y el central tendrá...

Los ministros ya no le escuchan, han huido despavoridos; muy lógico, alejarse de un rey loco es de lo más sensato.

Claro que…, claro que si el rey los hubiera informado de que aquella farola, además de iluminar, tenía otros objetivos y funciones para las cuales todos esos detalles eran imprescindibles, la reacción de los ministros hubiesen sido muy distintas, y además hubieran comprendido que el rey estaba muy, muy cuerdo.

Después de la encendida y luminosa parábola retomemos el asunto y tengamos presente que, tal y como hemos podido apreciar, aquella respuesta que parecía evidente, no lo era tanto. Y admitiendo que forzando un poco su utilidad, el candelabro podía servir para facilitar el acceso al lugar Santo pero no al Santísimo, no parece muy consecuente que un utensilio con esa forma, esas características y esa colocación dentro de la Tienda de la Reunión, estuviera destinado “únicamente” a iluminar. Dicho de otra manera: tendremos que considerar la posibilidad de que ese conjunto de lámparas sirve además para otra cosa; por lo tanto, nos veremos en la obligación de buscar y encontrar la oculta utilidad de ese caprichoso y enigmático candelabro.

Pero, de momento dejemos aquí aparcado ese otro posible uso de la “lámpara mágica”; pasamos a otro grupo de interrogantes que, aunque no lo parezca, también es muy importante puesto que nos va a ir perfilando la finalidad y propósito de esa farola.


¿DESDE LA MAÑANA A LA NOCHE O DESDE LA NOCHE A LA MAÑANA? (20*4)


Ahora, antes de dar contestación a este segundo bloque de preguntas, es cuando debo hacer una aclaración, que he decidido incluirla aquí, por entender que es el sitio y el momento más adecuado.

Todo el mundo ha visto en alguna ocasión un candelabro, y por lo tanto sabe muy bien el tipo de objeto al que me estoy refiriendo. De todas formas, y por considerarlo muy importante, de nuevo vamos a recurrir a la definición que nos proporciona el diccionario.

Candelabro: “Candelero de dos o más brazos, que se sustenta sobre su pie o sujeto en la pared”.

Como hemos visto, candelabro nos remite a candelero. Veamos entonces que es un candelero.

Candelero: Utensilio que sirve para mantener derecha la vela o candela, y consiste en un cilindro hueco unido a un pie por una barreta o columnilla”.

Nota. Una puntualización: Para quedar sujeto en la pared, un candelabro no necesita un pie para sustentarse.

Como hemos podido ver, el candelabro, además de con velas, se relaciona con candelas o lamparillas. Ésta es la razón por la cual he decidido hacer esta aclaración.

Aunque en muchas ocasiones el lector habrá podido admirar representaciones muy hermosas del candelabro de los seis brazos dotados de velas, lo cierto es que esa copia o reproducción no es correcta. Aquel candelabro, el candelabro de Israel, el candelabro del Sinaí, la Menorá, no iluminaba mediante velas sino que tenía siete lamparillas o candelas, o lo que es lo mismo, siete vasos o recipientes para contener aceite. Y lo quieran o no, existe una diferencia muy significativa entre la combustión, el mantenimiento y la limpieza de un candelabro de velas de cera de abejas o de sebos, y otro candelero de lamparillas de aceite puro de olivas.

También considero necesario puntualizar, que ese candelabro no debe ser llamado de los siete brazos. Tenía seis brazos y no siete. Si del tronco de un árbol salen seis ramas, no se le debe llamar el árbol de las siete ramas. Por lo tanto, debemos denominarlo como candelabro de los seis brazos o de las siete candelas. Y también quiero hacer notar que estas puntualizaciones mías, que en ocasiones pueden dar la sensación de ser un intento de pesar el humo, y que incluso a mí mismo me parecen absurdas, son, no obstante, muy necesarias para una mejor comprensión de las singularidades de este candelabro.

Busquemos ahora las respuestas a este segundo bloque de preguntas:

¿Encendido día y noche o solamente durante la noche?

Ya hemos visto que en Éx. 27, 21 se hace constar que las lámparas deben arder de la noche a la mañana. Por otra parte, también hemos observado las distintas redacciones de Lev, 24, 1-4, donde en un texto se afirma que arderán de la tarde a la mañana, que es prácticamente lo mismo que se ha indicado en Éxodo, mientras que en otro texto, ese mismo Lev. 24, 1-4, dice algo que puede resultar muy parecido pero que, por supuesto, no es lo mismo: …que arderán mañana y tarde, perpetuamente, delante de Yavé.

Bien, ¿cuál de las dos versiones es la chachi?

Debemos tener en cuenta que existe una gran diferencia cuando se dice de la noche a la mañana, y cuando se menciona mañana y tarde. De la noche a la mañana, o lo que es lo mismo, de la tarde a la mañana, se debe entender como las horas de oscuridad. Por otra parte, mañana y tarde, yo lo percibiría como las horas de luz natural. Y por supuesto, continuamente, sería a todas horas; durante el día y durante la noche. Por último, perpetuamente, lo interpretaría como para siempre, por los siglos de los siglos.

Nota muy marginal: Todo este lío de la mañana, la tarde y la noche podría haberse evitado. Todos sabemos qué el día es el día y qué es la noche es la noche. Pero resulta curioso que DÍA signifique también el espacio que suma el día con la noche. ¿Por qué no hay un nombre propio, por ejemplo DIENOC (suma de día y noche en latín) para ese tiempo? ¿Se les acabó la imaginación después del bautizo de SEMANA, MES, AÑO, LUSTRO, SIGLO y MILENIO? ¿Por qué identificar con la misma palabra la totalidad del día con una de las partes del día?

En mi opinión, la versión del Lev. 24, en la que consta que las lámparas deben arder continuamente mañana y tarde, solamente nos está diciendo que el texto fue añadido o al menos alterado con posterioridad.

¿Y saben cuál es el origen de esa alteración?

Pues, no perdiendo de vista que ya habían transcurrido varios siglos desde que el candelabro había sido fabricado, existen tres posibles motivos.

1. Que fuese un simple error de interpretación o de traducción, al entender que de la noche al día, tenía el mismo significado que día y noche. Tengamos presente que algunos de aquellos “expertos” intérpretes tenían serias dudas para conseguir diferenciar la mano derecha de la izquierda.

2. Que el Sumo Consejo de Sacerdotes necesitase más aceite de oliva, y que para obtenerlo, la mejor fórmula era proclamar que el candelabro debía estar encendido todo el día aunque no fuese así.

3. La tercera posible explicación la encontraríamos, si el sumo sacerdote que estuviera en ejercicio en aquel momento, hubiese considerado que era cicatero y mezquino apagar unas horas al día el candelabro y dejar a Yavé a oscuras. Esto que puede parecer una broma, no lo es ni mucho menos. Hay mucha gente que piensa así, y si para ello es necesario modificar un texto bíblico, pues se modifica.

Mi interpretación, que entiendo como suficientemente argumentada, es la siguiente:

El candelabro debía permanecer ardiendo, continuamente (sin apagarse) y perpetuamente (por los siglos de los siglos), únicamente desde la noche a la mañana.

Es durante esas horas nocturnas, cuando, lógicamente, una lámpara debe estar encendida. Y he afirmado que esta interpretación la entiendo como suficientemente argumentada, porque además de asentarse sobre en el sentido común, puesto que una luz se enciende para evitar la oscuridad, se ve por otra parte reforzada por el contenido de Éxodo 30, 6-8, donde encontramos una cita del candelabro muy interesante y que transcribo a continuación:

Se está tratando sobre el altar de los inciensos y se dice en el versículo seis: “Colocarás el altar delante del velo que oculta el Arca del Testimonio, frente al propiciatorio que está sobre el Testimonio, donde yo me comunicaré contigo. A continuación dice en el siete: En él, (se sigue refiriendo al altar) quemará Arón el incienso; lo quemará todas las mañanas al preparar las lámparas, (8) y todas las tardes al colocarlas sobre el candelabro...

De la lectura detenida de estos versículos, y también de una lectura menos detenida, e incluso de una lectura precipitada, se desprende sin posibilidad de error en la interpretación, que el candelabro era atendido dos veces al día. En eso no hay ni la menor duda, puesto que lo dice muy claramente:

Por la mañana se preparaban las lámparas y por las tardes se colocaban sobre el candelabro.

También queda muy claro que:

Todas las mañanas y todas las tardes, al preparar el candelabro se quemaba incienso.

Y todos sabemos:

Que el incienso ocasiona humos y, también sabemos que el humo no facilita la visión; más bien al contrario. Si deseas ocultar algo, una buena idea es interponer una cortina de humo.

Y si continuamos meditando en los versículos anteriores, observaremos que:

Si es por las tardes cuando las lámparas se colocan en el candelabro, nos encontramos con la palpable demostración de que durante el día, como afirmaría Perogrullo, las lámparas no estaban colocadas en el candelabro; y si no estaban colocadas en el candelabro, difícilmente podían estar encendidas. De esto, sin otra opción, se deduce que el candelabro sólo se encendía durante las horas de oscuridad, tal y como dice Éx. 27, 20-21: se mantendrán encendidas de la noche a la mañana.

Como refuerzo a esta interpretación mía, nos encontramos con I Sam. 3, 2, que dice: Un día, estando acostado en su lugar Helí, cuyos ojos se habían oscurecido y no podía ver cuando todavía no se había apagado la lámpara del santuario… Aunque no está nada claro en qué momento se apagaba la lámpara, lo que sí resulta evidente es que se apagaba.

De acuerdo, ya sabemos que el candelabro en unas ocasiones estaba encendido y en otras apagado, pero de todas formas esto no significa que se precisase para alumbrar, pues, como dijo aquel listillo ministro de la parábola: aquí, durante las noches no entra nadie. También de acuerdo; pero recordemos algo que no ha quedado suficientemente establecido:

Que el candelabro sirviese solamente para iluminar.

Con cierta indignación y muchísima razón, algún lector puede exclamar:

¡Válgame Dios! ¡Vamos a ver!, ¡vamos a ver!: ¿De verdad es tan importante el tiempo de encendido del candelabro?; porque si no es así, esto ya está resultando excesivamente cargante.

Pues sí, indignado lector; resulta muy, muy importante. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que yo en ocasiones no me muestre demasiado machacón y con profusas y excesivas insistencias. Pero sí, en este caso está muy justificada la reiteración. Es realmente muy importante; es más, resulta decisivo tener la absoluta certeza de que el candelabro solamente estaba encendido durante las horas de ausencia de luz natural, tal y como también consta en Éx. 27, 20-21; y que, por otra parte, es cuando lógicamente debe ser encendida una luz. Y, en cuanto a una posible justificación para mi fastidiosa matraca, sólo puedo decir que desde el principio comprendí, que únicamente la repetición y la insistencia podrían conducirnos a la correcta interpretación de unos determinados sucesos e incidencias, que de otra forma podrían fácilmente pasar desapercibidos. Yo, al menos, tuve que leer muchas veces un mismo versículo —y en diferentes versiones—, hasta comprender que es lo que en realidad quería decirnos.

Y ahora pasamos a otra pregunta que entra muy de lleno en los cometidos del servicio doméstico pero que, como veremos, también es de una excepcional importancia.


¿SE DEBEN LIMPIAR LAS LÁMPARAS TODOS LOS DÍAS? (20*5)


En un desierto, en el interior de una tienda de campaña, si algo tienes asegurado todos los días es una buena polvareda. Yo me figuro, y por lo que Yavé insiste en la “santidad”, o lo que es lo mismo, por lo que invita su reiteración en el aseo y la pulcritud, creo estar acertado si afirmo que diariamente se limpiarían los utensilios del Tabernáculo. Como es lógico, el oro o el bronce o el cobre, debería resplandecer limpio y brillante. Aunque nada se diga al respecto, podemos suponer basándonos en una elemental lógica, que todos los días se pasaría el plumero. Además en dos versículos se hace notar que el candelabro, o mejor sus lámparas, deben estar muy limpias. De esto podemos deducir que Yavé insinuó, como dejándolo caer: A ver si nos entendemos; yo no os ordeno que limpiéis las lámparas, sólo digo que deben estar limpias.

Así pues, ésos versículos leídos de Éx. 30, 6-8, nos dan algo más que el horario de encendido del candelabro. En el versículo siete se dice “... todas las mañanas al preparar las lámparas”.

“Preparar las lámparas”, supongo con el fundamento de una interpretación razonada de esas palabras, que consistiría: en primer lugar, en apagar unas lamparillas que habían estado ardiendo durante toda la noche; después, realizar la operación de vaciado del aceite sobrante y retirado de la mecha no consumida; a continuación se procedería a limpiar las cazoletas que, debemos suponer en buena lógica, estarían ahumadas después de permanecer encendidas durante horas.

Detengámonos un instante para contemplar el cuadro.

Tenemos un tallado candelabro de oro (bronce), con unas lámparas de oro (por supuesto, también de bronce). ¿Bonito, verdad? Pues bien, resulta, que si no adecentamos diariamente y con esmero, uno a uno todos los componentes; si el candelabro está recubierto de polvo y si las lámparas aparecen ahumadas e impregnadas de aceite, el conjunto está menos vistoso, resulta menos lucido y se presenta como menos “santo”. Por eso debe limpiarse, para que resalte con el aspecto que se hace constar en Lev. 24, 4: Arón dispondrá las lámparas sobre el límpido candelabro... (Santa Biblia. Ediciones Paulinas. 20ª Edición 1978).

Veamos:

En esos versículos de Levítico 24, que ya se han comentado cuando se hizo referencia al delicioso pan con aceite, se dice que se utilizará aceite puro de olivas molidas. Para la fabricación de este aceite, únicamente se empleaba la mejor oliva y el primer molido. El proceso, que se conoce como molido de pie o de talega, es el siguiente:

Se escogen olivas todavía verdes, pero que ya están oscureciendo y se introducen en un saco, cesto o espuerta; se aplastan o pisan, procurando no machacar el hueso y el aceite se recoge en un cántaro. Sólo de esta manera se produce un aceite que se consume con poco humo. Pero incluso con un aceite obtenido de esa cuidada y exquisita forma, y por muy seleccionada que fuera la materia prima de la mecha, después de una noche entera de combustión, las cazoletas presentarían pequeñas manchas de humo que deberían limpiarse. Para terminar el proceso de preparar las lámparas, se sustituía el pabilo, mecha o torcida y se volvían a rellenar los vasos que, no obstante, tal y como consta en Éx. 30, no eran colocados en el candelabro hasta por la tarde, que era el momento en que se encendían. Por esa razón se dice en el versículo ocho: ...y entre dos luces cuando las ponga en el candelero. Esto es lo que yo entiendo que debe ser “preparar las lámparas”.

Resumiendo:

Todos los días, más exactamente todas las mañanas, después de una noche completa encendido, era obligatorio preparar y limpiar las lámparas que, sin embargo, no debían ser colocadas en el candelabro. Todas las tardes, al caer el sol, era obligación ineludible del sacerdote instalar de nuevo esas limpias y pulcras lámparas sobre el candelabro y encenderlo. Y siempre, por la mañana y por la tarde, se debía encender el incensario.

Y ahora, paciente lector, una puntualización que también resulta de extraordinaria importancia y que deberemos recordar para un poco más adelante:

Este utensilio, y aunque el texto no haga mención de ello, en buena lógica debería limpiarse por la parte delantera y por la parte trasera. Nadie limpia un candelabro sólo por delante.

Pues bien, con esto ya hemos finalizado los tres primeros bloques de preguntas, y hemos llegado a las cinco conclusiones siguientes:

Primera. Que ese utensilio, además de iluminar, puede tener otra misión o utilidad.

Segunda. Que sólo debe permanecer encendido, continuamente y perpetuamente, desde la noche a la mañana.

Tercera. Que por la mañana debía ser "preparado" y por las noches se deben colocar las lámparas.

Cuarta. Que ese utensilio debe ser limpiado y abrillantado todos los días, por delante y por detrás.

Quinta. Que durante esos dos momentos diarios en los que era atendido ––mañana y tarde––, se prendía incienso que, lógicamente, con su humo dificultaba la visión.

Estas cinco respuestas no han aportado la ansiada solución, pero nos han facilitando el acceso a los otros bloques de preguntas que nos conducirán a la resolución de la incógnita que representa un candelabro que, aunque fuese maravilloso y debiera ser frotado a diario, no era la lámpara de Aladino.


¿POR QUÉ DEBE ILUMINAR EN UNA SOLA DIRECCIÓN? (20*6)


En Éx. 25, 37 consta: Harás siete lámparas que pondrás en el candelabro de forma y manera que alumbren hacia delante.

Otra traducción de ese mismo versículo dice: Harás para él siete lámparas, que pondrás sobre el candelabro, para que luzcan de frente.

En otra referencia, en Núm. 8, 1-3 se nos dice: Yavé habló a Moisés diciendo: “Habla a Arón y dile: cuando pongas las lámparas en el candelabro, ponlas de modo que las siete alumbren hacia delante”. Así lo hizo Arón, y puso las lámparas en la parte anterior del candelabro, como Yavé se lo había mandado a Moisés.

Éstos son otros muy dignos representantes de aquellos versículos enigmáticos que, como ya he comentado, encontramos en el Pentateuco. Son unos versos del tipo de Éx. 25, 15, en el que se decía que las barras no deberán extraerse de las anillas, o de aquellos otros de Éx. 25, 25, que dice que la mesa tendrá un reborde de medio metro de altura. Aquí, en estos versos que acabo de transcribir, se dispone que el candelabro solamente iluminará en una dirección. Y si uno se pone a meditar, se encuentra con un candelabro que, entre sus muchas particularidades, presenta la extraña característica de que debe iluminar sólo para un lado. Y no hay más remedio que preguntarse: ¿Serán manías?

Pues no, no son manías; ni mucho menos.

Por favor, reparen en las palabras de ese último verso que acabamos de leer y que he subrayado: ...y puso las lámparas en la parte anterior del candelabro...

¿Dónde dice que se pusieron las lámparas?

−Dice que se pusieron en la parte anterior del candelabro.

¿Y cuál es la parte anterior de un candelabro?

−La parte anterior de un candelabro es la parte delantera, o sea, la parte opuesta a la trasera.

Vale.

Las lámparas deben alumbrar hacia delante. De acuerdo. Pero, ¿cómo se hace para que las candelas, para que las lamparillas de un candelabro iluminen hacia delante?

Mi acervo cultural en “ciriología y velística” es muy acerbo, y desde luego, no es como para escribir un tratado. Pero de cualquier manera, se me ocurren dos sistemas.

El primer sistema consistiría en colocar una lámina, una pantalla, una visera, o sea, una especie de reflector en la parte trasera de la lamparilla, y de esa forma conseguir, que al mismo tiempo que se impide a la luz alumbrar la parte posterior y los costados, quede reflejada y sólo ilumine hacia la parte frontal. Esta sería en mi opinión, una manera lógica de conseguir que las lámparas alumbrasen sólo hacia delante.

Pero existe también otro sistema. Y además, en este caso es el correcto.

Este segundo sistema consistiría en colocar las lámparas en la parte delantera del candelabro. De esta manera no existe posibilidad de que alumbren para otro lado.

Y, ¿dónde acabamos de admitir y convenir que se deben colocar las lámparas?

Efectivamente. Núm. 8, 3: …y puso las lámparas en la parte anterior del candelabro.

No se preocupe el lector. Muy pronto se explicará cual es la manera, de qué modo se colocaban las lámparas en la parte delantera del candelabro.

Bien, ya sabemos que las lámparas iluminaban en un solo sentido, y también sabemos, que eso se consigue poniendo las lámparas en la parte anterior del candelabro; no obstante, la pregunta sigue siendo: ¿por qué?; ¿cuál es la justificación o el motivo que aconseje que las lámparas iluminen sólo hacia delante?

La respuesta, como se verá en su momento “tiene su aquel”, y se fundamenta en algo que, en este momento a los lectores puede resultar absurdo y casi imposible de entender, pero que no obstante, creo que debo anticipar:

El candelabro sólo podía alumbrar hacia delante, y sus lámparas se colocaron en la parte anterior, por la sencilla razón de que aquel candelero, como tal candelabro, no tenía parte trasera.

− ¿Cómo dices? ¿Un objeto que sólo tiene parte delantera?

No, no he dicho eso. Únicamente he afirmado, que aquel candelabro, como tal candelabro, sólo tenía parte delantera.

−De acuerdo; pero también acabas de decir que el candelabro debía limpiarse todos los días por delante y por detrás.

¡Perdón! He dicho, o al menos he querido decir, que aquel utensilio debía limpiarse todos los días por delante y por detrás. Ruego unas líneas de paciencia; pero ahora debemos pasar a otro bloque de preguntas.


¿POR QUÉ NO HAY MEDIDAS DEL CANDELABRO?; ¿POR QUÉ ESE ENORME PESO?; ¿POR QUÉ SEIS BRAZOS?; ¿CÓMO SE HA LOGRADO DETERMINAR LA DIRECCIÓN DE ESOS BRAZOS?; ¿POR QUÉ ESA CAPRICHOSA FORMA Y ESOS ADORNOS?; ¿POR QUÉ NO SE DESCRIBE LA BASE? (20*7) (20*8) (20*9) (20*10) (20*11) (20*12)


Son muchos los interrogantes que plantea ese conjunto de candiles; demasiados para admitir, así sin más, que su utilidad fuese la de una simple lamparilla múltiple, o como se afirma en algún cometario bíblico: “...era el símbolo de la perpetua adoración del pueblo”.

Tenemos las dimensiones exactas del arca, del propiciatorio, de la mesa, del altar de los holocaustos, del altar de los inciensos, de las cortinas y tablones del tabernáculo, del atrio, etc. Hay medidas de todo, excepto de la pila del agua y del candelabro. Y, desde luego, es bastante lógico que no se facilite ni peso ni medidas de aquella pileta inventada por los sacerdotes y destinada a contener agua para lavarse; pero no es ese el caso del fantástico candelabro.

Yo entiendo, porque así se hace constar en Éx. 25, 9 y 40 y en Éx. 26, 30, versículos, que por cierto, son realmente sorprendentes, que a los artífices de toda la obra les habían sido mostrados bocetos, dibujos, imágenes, modelos o maquetas de cada uno de los objetos, y que de esa manera pudieron captar la forma, pero, ¿cómo supieron Besalel y Oliab las medidas del candelabro? Además, se debe tener en consideración que de ningún otro de los demás objetos nos han facilitado el peso, sin embargo, del candelabro nos lo dan exacto. Y deberíamos preguntarnos, ¿por qué ese peso tan elevado?; ¿qué finalidad se puede pretender dotando al candelabro de una masa tan desproporcionada por exceso? Yo no olvidaba en ningún momento que, para un hombre cualquiera, tener que mover y tal vez levantar dos veces al día esos cuarenta kilos no era una tarea cómoda y que, desde luego, no era el tipo ideal de palmatoria manejable para un anciano, que en el más joven de sus momentos en el tabernáculo ya tenía más de ochenta años y que siguió en el ejercicio de su profesión hasta bien rebasados los cien. La más elemental lógica me obligaba a sospechar que alguna explicación debía tener este asunto, puesto que, como ya he repetido alguna vez más, Yavé no hacía ni ordenaba nada que fuera innecesario, superfluo o incomprensible para los hijos de los hombres.

Teniendo esto presente, a simple vista y casi sin querer, da la sensación de que todo aquel trabajo empleado en la fabricación de aquella lucida antorcha y su posterior y diario mantenimiento, sobre todo si desestimamos interpretaciones mágicas, debía tener un objetivo bien definido y debería servir para algo más que para la simple iluminación de un recinto muy poco utilizado durante el día y jamás durante la noche. Por otra parte, y para quien reflexione aunque sólo sea un poco, es como mínimo llamativo el trabajo de descripción de los detalles de un candelabro que:

Deberá presentar un fuste y seis brazos; que cada brazo deberá tener tres flores de almendro –todos los textos que he consultado, incluso los que contienen la palabra manzana, se refieren a flores de almendro con sus cálices y sus pétalos–; y que el tallo presentará cuatro cálices.

El retrato es tan meticuloso que:

Hasta nos dice hacia qué lado debe alumbrar; en que momentos del día debe estar apagado o encendido; e incluso, cuales son los momentos establecidos para su limpieza.

Para tratarse de la fabricación de una farola, me parece excesivo el derroche de indicaciones y detalles. No obstante, si se piensa bien, existen un par de palabras que para el usuario de cualquier aparato-utensilio, pueden resultar muy clarificadoras, y que se incluyen en cualquier folleto de fabricante: cuidado y mantenimiento.

Pero además, y así lo comprobaremos un poco más abajo, nos encontramos con algo muy curioso: parece que se está describiendo una candileja, pero en realidad, con palabras bastante precisas se nos está dibujando otra casa distinta. Después me referiré a ello.

Este candelabro, además de ser de oro (bronce), algo que, desde luego, dentro de ese capítulo veinticinco no es nada que nos llame la atención, resulta que:

Debe ser cincelado, y que todo formará un solo cuerpo, –nada de uniones, de soldaduras o de acoplamientos–. Y uno se pregunta, ¿por qué?; ¿qué importancia puede tener una soldadura en la fabricación de una farola?

Sin embargo resulta, que en oposición a tanto detalle, no se dice las direcciones de cada brazo, ni si son de la misma longitud, ni si parten del tallo en línea recta o si hacen un ángulo o una curva. Ni siquiera hace mención a la base, o la longitud del fuste, y por supuesto, no se facilita ninguna medida y solamente nos informa de su peso.

Más de dos años insistí en la diaria búsqueda de una respuesta. Tuvo que transcurrir todo ese tiempo hasta que logré advertir que la solución estaba allí, justo donde tenía que estar, en el libro del Éxodo. En los versículos treinta y uno, treinta y dos, treinta y seis y treinta y siete de ese mismo capítulo veinticinco.

Verán ustedes:

No se mencionan las direcciones de cada brazo, porque no es necesario en absoluto; no se dicen las longitudes, porque tampoco importa; no se indica si salen del tallo en línea recta o hacen ángulo o curva, porque importa todavía menos; y no consta descripción de la base, por la sencilla razón de que, en caso de tenerlo, tampoco importaba lo más mínimo. En realidad la forma, el tamaño, la dirección, etcétera, no afectaba de ninguna manera a la función asignada al candelabro, puesto que, como luego comprobaremos, no tenían la menor trascendencia.

Pero veamos primero el asunto del peso.

En conjunto, el utensilio del que formaba parte el candelabro, pesaba aproximadamente cuarenta kilos.

Éx. 25, 39 de dice: “Un talento de oro puro se empleará para hacer el candelabro con todos sus utensilios”.

Un talento era la suma de sesenta minas. Una mina tenía cincuenta siclos. Un siclo pesaba catorce gramos con veinte. (14, 20 X 50 = 710; 710 x 60 = 42. 600). Según estas cuentas ––que admiten correcciones––, el candelabro pesaría unos cuarenta kilos.

Y ahora yo me pregunto: ¿de qué material suelen estar fabricados los candelabros?

−Pues, los hay de oro y los hay de plata, pero generalmente se ha fabrican en bronce.

Y entonces se llega a esta fácil conclusión: si no es necesario que ese candelabro fuese de oro, ¿alguien puede creer que Yavé ordenó que se construyese en oro?

¡No responda! Ya contesto yo: Naturalmente que sí: los sacerdotes, siguiendo la Regla de Oro, lo creyeron a pies juntillas.

Ahora vamos a referirnos a esa iluminación frontal del candelabro. Pero vamos a ir muy despacito, casi al ralentí.

Cuando en Núm. 8, 3, se dice: …y puso las lámparas en la parte anterior del candelabro…, obtenemos una lógica deducción: el candelabro tenía parte delantera. Y de esa deducción extraemos una derivación: solamente se cita una parte delantera en relación con una parte trasera.

Me explico:

Podemos hablar de la parte delantera de una escultura puesto que también tiene parte trasera; sin embargo, no podemos hacer lo mismo si nos estamos refiriendo a un cuadro. ¿Cómo se podría describir la parte trasera de una pintura?

Un candelabro cualquiera tiene parte delantera y parte trasera, aunque en muchas ocasiones nos va a resultar muy difícil poder diferenciarlas. Por supuesto, existen trabajos en los que están perfectamente determinadas las dos partes; pero, por lo general, nos va a ser fácil distinguirlas; sobre todo, si como en el caso presente, ese candelabro tiene la forma de un árbol; ¿alguien puede señalar cuál es la parte delantera y la parte trasera de un almendro?

Y ahora llegamos al “quid” de la cuestión:

Cualquier objeto, este candelabro por ejemplo, presentaría al menos cuatro caras: delantera, trasera, derecha e izquierda. ¿Estamos de acuerdo?

−Por supuesto que estamos de acuerdo; todos hemos tenido ocasión de contemplar gran cantidad de candelabros que tenían brazos en esas cuatro direcciones.

Sin embargo, el versículo treinta y dos nos dice: Saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos de un lado y tres del otro. En la Torah, el mismo versículo es todavía más preciso: Y seis brazos saldrán de sus dos lados. ––De sus dos lados––. Como he dicho, tardé mucho tiempo en advertir que habían desaparecido dos de los cuatro lados. Este candelabro solamente presenta tres brazos de un lado y tres del otro lado.

− ¿Y no hay más lados?

Lo normal y lógico, es que si un candelabro tiene dos brazos, uno salga de un lado y el otro del opuesto; si tiene cuatro brazos, cada uno saldrá en una de las cuatro direcciones y, si tiene seis brazos −caso no demasiado frecuente−, desde el fuste central saldrán en seis direcciones distintas. Sin embargo, en este caso no es así; este candelabro tiene seis brazos pero sólo salen de dos lados, o lo que es lo mismo, en dos direcciones.

− ¿Dónde están los otros lados?

Vamos a buscarlos. Porque, por mucho que los sacerdotes hayan intentado ocultarlo y, por muy mal que lo hayan interpretado, las respuestas están ahí: En el Libro del Éxodo.

En Éx. 25, 31 encontramos: Harás también un candelabro de oro puro. Harás de oro macizo el candelabro, su pie y su tallo. Sus cálices, corolas y flores, formarán un cuerpo con él.

En Éx. 25, 36 consta: Todo hará un solo cuerpo, y todo de oro puro.

En otra traducción ese mismo versículo dice: El tallo, los brazos, las flores, todo formará un solo cuerpo de oro puro.

En Éx. 37, 22 dice con toda minuciosidad: Los brazos y sus cálices hacían todo un cuerpo con el candelabro, y todo él era una sola masa de oro puro.

Si algo resultaba evidente en esos tres versículos es que todo hará un solo cuerpo. Y según consta en el último: …todo él era una sola masa...

Entonces recordé el versículo diecinueve de ese mismo capítulo veinticinco: Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio. Y lo puse en relación con Éx. 25, 33 y 34, donde, refiriéndose al candelabro, se utilizan palabras como talladas y cinceladas. Y entonces comprendí:

Esa era la forma en la que el escriba-cronista de este capítulo veinticinco, describía y detallaba los trabajos realizados en relieve, formando un solo cuerpo con su soporte.

Conclusión:

El candelabro estaba tallado, cincelado en relieve, labrado a martillo sobre una de las caras (la delantera) de un bloque o plancha (una sola masa, un solo cuerpo) de oro (bronce) de unos cuarenta kilos de peso. La parte superior de ese tallado candelabro presentaba unas cavidades donde introducir las siete candilejas para contener aceite. Y también mostraba veintidós cálices de flor: tres cálices en cada uno de sus seis brazos y cuatro en el fuste.

Nota: Solamente para recordar que el alfabeto hebreo consta de veintidós letras.

Lógicamente, por ser un simple relieve en una gruesa placa (una sola masa y un solo cuerpo), no se hacen constar las direcciones de los seis brazos que salían del tallo. A menos que los despiertos e ingeniosos sacerdotes colocasen el candelabro en una posición horizontal, para conseguir que “surgieran” para arriba y para abajo. En una lógica simetría, los brazos sólo podían salir: tres para un lado y tres para el otro, o sea, tres para la derecha y tres para la izquierda. No había más lados. Y por esa misma razón, por ser un tallado en relieve, solamente alumbra para delante; ¿para qué otro lado puede alumbrar un candelabro que únicamente tiene parte delantera?

Sobre una más o menos gruesa placa de bronce (sobre una sola masa…, sobre un solo cuerpo), a martillo y cincel (Éx. 25,18), se grabó en relieve un candelabro con su tallo central, con seis brazos laterales y veintidós cálices de flores.

Ahora ya entendemos esa insistencia en informar que las lámparas iluminen sólo de frente. Y si todo esto lo miras bien, es bastante lógico:

¿Para qué precisa parte trasera un candelabro que sólo debe iluminar para delante? En realidad, para nada. Pero además, lo que esencialmente necesitaba Yavé no era un relieve tallado de candelabro sino, precisamente, la parte trasera de ese utensilio. Yavé solamente precisaba de un bloque o plancha metálica, en la cual, una de sus caras, concretamente la trasera, debería estar lisa, bien pulida y posiblemente inclinada; mientras que en la otra cara, en la parte delantera, debía tallarse en relieve el contorno de un candelabro de seis brazos. Incluso, si así se hubiese decidido, podría haberse cincelado la figura de siete resplandecientes soles.

Y ahora, antes de intentar contestar a la pregunta número seis, que es la que hace referencia a la colocación del candelabro dentro del tabernáculo, creo que ya es el momento de retomar aquella interrogación que dejamos abierta, cuando llegamos a la conclusión de que el extraño y caprichoso candelabro podía tener otro uso además del lógico de iluminar.


¿PARA QUE OTRA FUNCIÓN PUEDE SER UTILIZADO ESE MACIZO CANDELABRO? (20*13)


Todos estaremos de acuerdo en que han sido muchas interrogantes. Bien, pues todas ellas obtienen su contestación en esta sola respuesta:

La magnífica pieza metálica, que en su parte delantera presenta tallado un precioso candelabro, y de la que no se menciona la parte posterior, resulta ser un generador solar de energía eléctrica.

− ¡Anda ya!

Si, señores; así es. Y, Como es lógico, muchos lectores no lo creerán. Pero al mismo tiempo tendrán que admitir que ese no es mi problema.

−Naturalmente, −responderán por aquello de la polémica−: claro que es tu problema; y además, un problema muy gordo; ¿a quién se le ocurre decir que la Menorá es un generador eléctrico?

Y tal vez tengan razón. ¿Para qué van a necesitar un generador eléctrico unos pastores de hace más de tres mil años? Sin embargo…

Sin embargo, el enigmático candelabro no es otra cosa sino un generador fotovoltaico, diseñado para obtener electricidad a partir de la luz solar durante el día y de la luz de las lámparas de aceite durante las horas de la noche.

Ahora, en los primeros años del siglo XXI, todo resulta bastante evidente, pero también es comprensible que en aquellos tiempos no hiciesen una interpretación correcta. De la misma manera que ha sido algo inaccesible para los hombres hasta la segunda mitad del pasado siglo XX, en aquel entonces, hace más de tres mil años, les resultó absolutamente imposible comprender la útil misión del candelabro. Pero es que además, es muy probable que ni siquiera entonces, los sacerdotes tuvieran conocimiento de la verdadera función de aquel objeto y que, como consecuencia, y transcurridos los años, no apreciaran la importancia de que la luz solar incidiera en la parte trasera de la plancha.

Posiblemente, Yavé pensó que iba a resultar completamente inútil e innecesario poner en conocimiento de los sacerdotes la existencia de unos componentes electrónicos en aquel candelabro. Por esa razón dice Moisés en Dt. 29, 28: Las cosas ocultas sólo son para Yavé. Por supuesto, podía haber dejado constancia de que durante las horas de luz natural, el candelabro debía recibir las radiaciones solares. Y tal vez así lo hizo. Pero también es razonablemente posible, que considerando que había prohibido todo culto a los dioses, y teniendo en cuenta que en Egipto, de donde habían salido “el otro día”, adoraban al sol, o al menos, al disco solar, tal vez decidió no mencionar al astro rey. Seguramente, Yavé ordenó a Moisés:

El candelabro, que de igual manera que el resto de los muebles, no debe ser nunca manipulado por nadie excepto por Arón y sus sucesores, lo debéis poner en este sitio y de esta forma.


¿EXISTÍA ALGÚN VENTANUCO O TRAGALUZ EN LA PARED SUR DEL TABERNÁCULO? (20*14)


Para que ese candelabro, durante el día pueda recibir la luz solar, tenemos dos opciones: o lo sacamos fuera del tabernáculo o necesitamos abrir un ventanuco. Como ya comenté en su momento en el capítulo del Tabernáculo, no creo que exista la más mínima dificultad para admitir, que en ese tipo de recinto podía habilitarse un tragaluz o ventanuco con el objeto de iluminar a voluntad de los sacerdotes el interior de la tienda. Fuese cual fuese la construcción del tabernáculo, estuviesen o no inclinados los tablones y apoyados los costados (norte y sur) uno contra el otro, lo que resulta indudable, es que el techo y una parte de las paredes estaban constituidos por unas cubiertas de pieles. En estas condiciones no parece que fuese excesivamente difícil abrir un ventanuco, y por lo tanto, tal vez ni siquiera se consideró necesario mencionarlo. De esa forma se facilitaría la diaria operación de limpieza –preparar y colocar las lámparas del candelabro– que, indudablemente, debería hacerse con él apagado. También se posibilitaría la sustitución de los panes de la mesa, el preparado de los inciensos perfumados del altar, y por supuesto, la captación de luz solar para el prodigioso candelabro-generador.

Debo precisar que he comentado este asunto del ventanuco o tragaluz, porque, para mí, hoy, en los inicios del siglo XXI, me parece imprescindible o al menos muy deseable, que la luz solar pueda incidir con toda su intensidad en los paneles del colector. Por supuesto, y habida cuenta que me es imposible verificar la alta tecnología de que dispondría Yavé, admito que tal vez ese tragaluz no fuese necesario en absoluto.

Ahora contestamos a esa sexta y última pregunta.


UBICACIÓN DEL CANDELABRO (20*15)


Mientras el sol aparezca por oriente y se oculte por occidente, y sintiendo mucho contradecir la teoría geocéntrica de los señores Tolomeo y Aristóteles, en ese tabernáculo, en el Sinaí o en cualquier otro lugar que podamos encontrar en esa latitud en el hemisferio norte –y la península del Sinaí está en el hemisferio norte–, no es la pared este, ni la pared oeste, ni la pared norte, sino que es en la pared sur, o sea, en el panel orientado a mediodía, el lugar donde se puede recoger la luz solar durante más horas al día.

Recordemos ahora lo que dice Éx. 26, 35: La mesa la pondrás delante del velo, y frente a la mesa, el candelabro. Este, (el candelabro) del lado meridional de la morada; la mesa, del lado del norte. De forma parecida consta en la Torah, en su segundo libro, capítulo cuarenta, versículo veinticuatro: Y puso el candelabro dentro de la tienda de asignación, frente a la mesa, al costado sur del Tabernáculo.

Resulta que estamos en el desierto del Sinaí, donde la luz solar brilla con gran intensidad unos trescientos sesenta días al año [Ver nota sobre la insolación en Introducción a la Segunda Parte]. Allí, no en otro sitio, precisamente allí, en el lateral orientado al sur, y con las lámparas apagadas durante el día, se debe colocar el pesado, caprichoso y al parecer inútil candelabro.

Sírvanse ustedes mismos.

Sabiendo que el candelabro era un generador de energía eléctrica por captación de luz solar, ahora comprendemos que, por supuesto, no se precisaba de sus medidas para construirlo; sin embargo, el peso o mejor la masa y sobre todo la solidez o consistencia del conjunto –formando un solo cuerpo–, serían imprescindibles para su funcionamiento y conservación. La plancha metálica sobre la que se perfiló y cinceló el candelabro no podía ser frágil.


LA CÉLULA FOTOVOLTAICA (20*16)


Yo sé, sin la menor duda, que la absoluta totalidad de los lectores de este trabajo, además del idioma arameo, caldeo y etíope, conocen a la perfección el funcionamiento de la célula fotovoltaica; pero, por si hubiese alguno que en este preciso momento lo tiene algo olvidado, creo que se debe intentar refrescar su memoria.

Una célula fotovoltaica es, poco más o menos, una placa de silicio cristalino capaz de captar la luz y convertirla directamente en energía eléctrica.

− ¿Es un milagro?

No, aunque pueda parecerlo, no es un milagro; ya les aseguré en sus primeras páginas que en este libro no encontrarían milagros. Sin embargo, en la naturaleza y relacionados con la luz, en los seres vivos se producen verdaderos prodigios −un ejemplo lo encontramos en la fascinante función clorofílica de las plantas, y otro, también admirable, en la obtención de energía fotovoltaica−.

Ese ingenio, la célula fotovoltaica, utiliza la propiedad semiconductora del silicio para captar la luz solar, y se fundamenta en un principio que presenta alguna semejanza con los transistores. Cada célula proporciona una diferencia de potencial, o lo que es lo mismo y para entendernos, una tensión eléctrica muy pequeña. Pero, como esta baja tensión puede unirse y sumarse con otras, resulta que se conseguirá una potencia muy aceptable. Desde hace ya varias decenas de años se emplea en satélites artificiales y naves espaciales, sobre todo, para recarga de los sistemas de radio. Y de eso precisamente estamos hablando, de una radio.

Claro, que en contra de esta hipótesis, siempre se puede argumentar que nosotros, los hijos de los hombres, somos muy listos, pero…, y aquí está la terrible duda, ¿sabría Yavé utilizar esa fuente de energía?

Yo puedo estar muy equivocado, pero apuesto a que sí sabía. No tan bien como nosotros, ¡faltaría más!, pero por supuesto, saber, sabía.

El primer satélite tipo Vanguar, para proporcionar energía a su sistema de radio, estaba dotado de ciento ocho de estas células fotovoltaicas. Yavé, para establecer una comunicación en unas distancias cósmicas, y por tanto muy superiores a las del Vanguar, se apañó con algunas menos.

Y ahora, los que estamos de acuerdo con el hecho de que con la luz solar se puede obtener energía, vamos a intentar obtenerla con ese candelabro.

Veamos.

Sabemos que esa placa en la que está tallado el candelabro, se coloca en la pared sur, que es donde recibe más horas de iluminación solar. Estamos obligados a reconocer, aunque sólo sea porque así consta en los textos bíblicos, que ese utensilio presentaba al interior de la tienda su cara labrada con el candelabro, que con sus candelas iluminaría el tabernáculo durante las horas nocturnas. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que la parte trasera de ese bloque de bronce del candelabro no estaba a la vista, no existe el menor obstáculo para entender, que allí, en el sitio idóneo y con la inclinación adecuada, podían estar acopladas o incrustadas, una serie –posiblemente veintidós– de células fotovoltaicas solares de selenio, de sulfuro de silicio o de cualquier otro mineral que tuviese esa función de captar durante el día la energía precedente de la luz solar. Luego, al acercarse la noche, antes de ponerse el sol, con la misión de obtener energía de mantenimiento, Arón colocaba las lámparas sobre el candelabro y encendía los siete candiles. La luz de las lamparillas, reflejada por el brillante y pulido espejo de oro (bronce) sobre el que se había tallado el candelabro, era recibida en los cálices de las flores en cuyo interior se encontraban veintidós células fotovoltaicas.

Reparemos simplemente en:

Que los cálices de las flores, en esencia, son copas.
Que las copas son ideales para contener algún objeto.
Que la luz se reflejaría sobre los veintidós cálices-copas.

El fundamento para que fueran veintidós los convertidores o células colocadas en los cálices que debían sumarse las placas fotovoltaicas de la parte posterior, es como prevención de posibles riesgos. Si por cualquier circunstancia o incidencia negativa, alguna de las cédulas se averiaba o deterioraba, resultaría, que al haber sido conectadas en “paralelo”, independientes las unas de las otras, todas las restantes que no estuviesen dañadas, podían seguir funcionando y proporcionando prácticamente la misma energía.

La luz –solar y de lámparas de aceite–, se transformaría en energía eléctrica. Esa energía eléctrica obtenida sería enviada a los terminales del candelabro y, desde allí, la energía se remitía al ingenio condensador o acumulador del interior del arca. De esta forma se proporcionaba la alimentación eléctrica de todo el circuito y, al mismo tiempo, servía como autoprotección del Testimonio.

Debemos tener en cuenta que esa fuente de energía que era utilizada para todo un conjunto que constituía el arca, altar de holocaustos y mesa, no necesitaba estar dotada de una gran potencia, puesto que, al fin y al cabo, era sólo para el abastecimiento de electricidad a un aparato de radiotelefonía. Y tengamos también muy presente que la potencia del receptor o la ganancia de sus antenas y amplificadores, no resultan definitivos si es un sistema muy perfeccionado y potente el que envía la señal.


UN SECRETO CELOSAMENTE OCULTO (20*17)


Para poder comprender y asumir el absoluto desconocimiento de aquellas gentes respecto a la utilidad del generador, debemos tener en consideración que el candelabro, al menos por su parte posterior, no fue visto por nadie excepto por Moisés, Arón y sus hijos.

Si nos atenemos a lo que consta en Núm. 4, 5-14, cuando era necesario desmontar y levantar el tabernáculo, eran ellos, eran los sacerdotes, los encargados de cubrir con lienzos y pieles todos los muebles. Una vez realizado el “embalaje”, y según se describe en Núm. 4, 15-16, se presentaban los hijos del levita Caat para efectuar el transporte.

Es muy conveniente, por lo significativo, leer con atención los versículos comprendidos entre el diecisiete y el veinte del capítulo cuatro de Números, donde se hace una seria advertencia para que los caatitas (hijos de Caat) no se acerquen a los “santos” muebles si no están acompañados por los sacerdotes, puesto que Yavé ha ordenado que no entren para ver un solo instante las cosas santas, no sea que mueran.

Esta advertencia queda reforzada en Núm. 18, 3 donde Yavé dice al Sumo Sacerdote: Estarán (el resto de la tribu de los levitas) a tu servicio y al de todo el tabernáculo; pero no han de acercarse ni a los utensilios del santuario ni al altar, para no morir ellos y vosotros.

De una correcta interpretación de esos versículos, sin recurrir a la revelación ni a los socorridos misterios, podemos deducir que la forma, los componentes y el funcionamiento de aquel extraño mobiliario de tabernáculo sólo eran conocidos por los sacerdotes, y por lo tanto, que el codiciado secreto permanecía muy bien guardado.

Por último, no deseo finalizar este capítulo sin hacer notar algo que apunté más arriba cuando afirmé que el cronista, al detallar ese candelabro, nos estaba describiendo otra cosa.

No pretendo desdecirme, y menos todavía negar que aquello que se cinceló en la placa de oro o bronce fuese un candelabro. Eso sería un completo absurdo. De lo que intento dejar constancia es que, aquel candelero, al mismo tiempo podía estar representando o mostrando algo distinto.

Después de releer esos versículos, como siempre buscando algo más, resulta que nos encontramos con palabras tales como tallo, ramas, flores, cáliz, lirios y pétalos. Y uno se pregunta: ¿qué conclusión podemos obtener de esa descripción?

Pues una muy lógica y natural: Yavé, Moisés o el escriba de turno, nos están mostrando el dibujo de un árbol o una flor; en definitiva, de una planta.

Y dígame amigo lector:

Si usted fuese un sabio experto en botánica, y como parte de un mensaje tuviese que diseñar un candelabro con forma de árbol, ¿no intentaría dejar el dibujo de la planta que usted considerase más beneficiosa para los destinatarios de la información? ¿Cuál fue la prudente intención de Yavé?; ¿quiso, tal vez, hacernos alguna recomendación?; ¿era la planta del maná? Recordemos que ya había ordenado que se guardase una muestra de sus frutos.

Por otra parte, igual que se decidió por ese árbol con sus cálices, podía haber ordenado que el candelabro plasmase la representación de una magnifica planta muy ligada al astro rey: el girasol. ¿Por qué no? Que esa planta fuese desconocida en esa parte del mundo, no significa que Yavé no la tuviese identificada y clasificada. Pero, de cualquier manera, para salir de dudas y reconocer la planta descrita en el candelabro, solamente deberíamos encontrar una flor, un arbusto o una planta dotada con un tallo, que al menos en su parte superior o final, presente cuatro nudos de los que broten cuatro flores; que de cada una de las tres primeras flores de ese tallo, deben nacer dos ramas opuestas entre sí; que a su vez, cada una de esas ramas, tendrá tres flores con sus cálices y con sus pétalos. Por supuesto, admito, que cualquier botánico lo podría describir bastante mejor que yo; y no digamos nada, si la reseña la efectuase un piadoso iluminado.

Ahora podemos entender otra razón para no describir la base del candelabro. En pocas ocasiones, al dibujar una planta o un árbol, aunque sea el mismísimo árbol de la vida, se representan las raíces ––a menos, naturalmente, que el principio activo se encuentre en ellas––. Pero parece, que éste no es el caso.

No será el árbol de la Vida, ni el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, ni siquiera el árbol del maná, pero sin ninguna duda, sería el árbol de Yavé.


RESUMEN DEL CAPÍTULO XX

El candelabro, además de su evidente, pero absolutamente prescindible, utilidad como lámpara, era un captador-generador de energía solar, que una vez transformada en energía eléctrica, resultaba absolutamente imprescindible para el abastecimiento de los componentes de un receptor de radio. Durante el día se alimentaba de la luz solar y, en las horas de la noche, la parte delantera de ese maravilloso candelabro-generador captaba la luz que las candilejas enviaban a las células depositadas en los veintidós cálices.

Ahora se entenderá la afirmación que realicé al inicio de este capítulo resaltando la importancia del candelabro: nadie duda que el mejor, el más sofisticado sistema de telecomunicación, aquel que hubiese sido diseñado por el más selecto equipo de ingenieros, no serviría en absoluto para su misión, y que a través de él no se percibiría ni el menor sonido, si no es alimentado por algún tipo de energía.

Al realizar una breve recapitulación de lo tratado en esta segunda parte del presente ensayo, nos encontramos con ciertos logros:

Ya tenemos la caseta para la radio a la que la hemos llamado Tabernáculo; que hemos construido un Arca que, además de acoger el Testimonio, servirá como condensador-acumulador, con altavoces o placas de resonancia; que tallando unos querubines en la tapa propiciatoria, nos hemos fabricado unos micrófonos-audífonos; que tenemos una antena, que se encontraba disfrazada en el excesivo reborde afiligranado la de Mesa de los Panes; y por último, que disponemos de un bloque metálico de unos cuarenta kilogramos, que su cara posterior permanece oculta y que en la parte delantera muestra un bajorrelieve representando un candelabro y que, entre la parte trasera y la delantera, servía como generador de energía.

Pero lógicamente no hemos terminado todavía. Aun nos faltan varios “mágicos” componentes que la despistada e ignorante sabiduría levítico sacerdotal camufló en un Altar para inciensos perfumados, un Altar de Holocaustos, unos Óleos, Inciensos y Timiama, y por supuesto, un Pectoral o Racional dotado de Urim-Tummim, que fueron incluidos en el lote de unas interesantísimas Vestiduras Sacerdotales.

El lector observará que no he mencionado la Pila de Bronce como elemento necesario para la comunicación con Yavé. En su momento sabremos el motivo.

Nota para resaltar que:
a) El tabernáculo es importante por resguardar el arca y el pectoral.
b) El arca es importante por contener el Testimonio.
c) El pectoral es importante por acoger a Urim-Tummim.
De esto se deduce que:
Sin el Testimonio y sin Urim-Tummim, ni el tabernáculo ni el arca ni el pectoral tendrían el menor significado.
Y, por otra parte, resulta muy llamativa la rápida, casi precipitada, desaparición del Testimonio y de Urim-Tummim.

No hay comentarios:

Publicar un comentario